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Ponte en situación. Tu eres un maleante que sabes a conciencia que la mayor parte de las cosas que haces no están bien y te importa un pito. Y todo va de lujo hasta el día que la Policía te pilla. El asunto se pone serio, te leen tus derechos, te llevan al calabozo, luego ante el juez. Todos a tu alrededor tienen caras de pocos amigos y que te invitan a pensar «se va a haber un follón…». Y, de repente, la autoridad del lugar te dice que te puedes ir pero que ya hablaremos cuando haya el juicio. O algo así.

Resulta que tú, que crees más bien poco en el sistema, te largas a tu casa, prácticamente de rositas, pero con la amenaza de que algún día te citarán para que vayas ante el juez para saber qué pena de cárcel y qué multa te van a meter. Con el consiguiente aviso de «pobre de tú que no aparezcas». Y a ti, insisto, como te da igual traficar con heroína a pesar de que esté mal, cuando ves que te abren las puertas, te quitan las esposas y te devuelven tus pertenencias te entran unas ganas de descojonarte igual de grandes, seguramente, que la cara de tonto que le queda a la Policía que te suelta. Pongamos, por ejemplo, que esto pasa en mayo de 2019.

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De golpe, como la vida pasa muy rápido a pesar de las pandemias, estamos en mayo de 2021 y recibes una citación judicial para que te presentes ante el juzgado para que te lean la cartilla. Perdón, no me he explicado bien. Tú estás tan libremente en tu casa, a vete tú a saber cuántos kilómetros del juzgado en cuestión, con tus chanchullos, tus movidas y en libertad, y alguien te dice que hay que pasar cuentas por lo de 2019, amparándose en tu buena voluntad de maleante que te habrá hecho pensar en lo que hiciste, reflexionar en el rincón de pensar y pagar tus cuentas con la justicia. Y, entonces, te vuelves a reír. Mucho. Muy fuerte. Con serios peligros de que la mandíbula se te desencaje. Tanto te ríes que te preocupa que te falte el aire. Evidentemente la invitación judicial a pasar por caja te la pasas por un lugar que está al sur, oscuro y huele raro. «Si me quieren, que vengan», piensas. Y te sirves otra cerveza, coges otro puñado de patatas y le subes el volumen al televisor. Seguramente robado.

Suena surrealista y estúpido, ¿a qué sí? Pues algo así pasó hace unos días en un juzgado de Palma donde no se presentaron 3 detenidos en 2019 por tráfico de drogas. Lo explicaban estas mismas páginas que detallaban que la condena era en total de 14 años y unos 45.000 euros. Cuenta la leyenda que si escuchas en silencio en la inmensidad de la noche muy atento puedes oír como todavía el delincuente en cuestión se está partiendo el culo de ti, de mi, del juez y de la Policía. En fin.