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Cada dos por tres, seis personas se sientan alrededor de una mesa de terraza. No más de seis y solo se pueden quedar hasta el toque de queda. Hemos padecido una catástrofe humanitaria de dimensión mundial pero no nos rendiremos. Ya vemos un horizonte más halagüeño gracias a la vacunación, aunque no debemos bajar la guardia.

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Tenemos mucho trabajo por hacer y nadie debería quedarse parado ni al margen de la tan ansiada recuperación económica. Economía y política suelen ir a la par, así que con este desastre económico, lo que se ve en lo político también produce bastante pena. Hartos de ERTES y de los que ganan mucho dinero público a cambio de provocar mayor inestabilidad, crispación e ineficacia. Sin solidaridad no llegaremos lejos. O solo lo harán unos cuantos privilegiados. Pensar todo el rato en uno mismo no es pensar en grande. Es mezquino. Triste. Nos empequeñece y asfixia. Estar aislado produce dolor. Es estéril. Todos estamos relacionados y dependemos unos de otros, más de lo que imaginamos, sobre un planeta que necesitamos mantener habitable.

Bill y Melinda se separan. Separación de bienes y de males. Una lástima. Las fuerzas corrosivas que disgregan lo que estaba unido pueden afectar a cualquiera. En situaciones de crisis, solo el perdón y la comprensión consiguen repararlo todo. Reiniciar el sistema no siempre es la mejor opción. No somos máquinas. Ellas, tan eficientes, no saben sufrir y gozar como nosotros.