Niños palestinos muertos en un bombardeo en Gaza.

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Estos días ha aparecido en la prensa varias veces la pregunta: ¿Cuántos niños tienen que morir para que la Unión Europea intervenga en la situación de Gaza? La pregunta es muy lógica y se podría aplicar a muchas otras situaciones como las muertes de migrantes en el Mediterráneo, los numerosos tiroteos en Estados Unidos, la situación en Myanmar, o las periódicas hambrunas en África. Para todos los casos hay la misma respuesta, no importa el número de niños y familias muertas, los intereses de la política son otros. Parece que esta es la respuesta de siempre.

Esta cuestión me ha recordado un curioso diálogo en la Biblia. Así que nos podemos remontar unos 2.600 años, que más o menos fue cuando se escribió la presente versión de la Biblia, y seguir un dialogo entre Abraham y Yahvéh en el capítulo 18 del Génesis. Ambos están cerca de Sodoma y Yahvéh le comunica a Abraham que quiere destruir a Sodoma y Gomorra y todos sus habitantes por su «pecado gravísimo.» Mucho se podría discutir sobre ese «pecado gravísimo» pero no voy hacerlo aquí. De momento me interesa más la conversación que sigue.

Niños palestinos muertos en un bombardeo en Gaza.
Niños palestinos muertos en un bombardeo en Gaza.

Abraham continua la conversación de forma educada y respetuosa y le dice a Yahvéh: «¿No perdonarás al lugar en atención a los cincuenta justos que puede haber en él?». Yahvéh le responde que si encuentra cincuenta justos perdonará las ciudades. La conversación sigue de la misma forma y Abraham va repitiendo la pregunta cada vez disminuyendo el número de justos que puede haber y Yahvéh le va respondiendo de la misma manera. La conversación se acaba al llegar a diez justos y Yahvéh se marcha.

En el capítulo siguiente, unos ángeles van a Sodoma y hacen salir a Lot, el sobrino de Abraham, a su mujer y sus dos hijas. A continuación Yahvéh envía una lluvia de fuego y azufre destruyendo las dos ciudades y aniquilando a todos sus habitantes. Por lo visto debió considerar que no había ni diez justos.

La descripción de Yahvéh que hace el autor de estos dos capítulos es muy curiosa. No lo pinta ni como muy inteligente ni misericordioso. Es Abraham el que guía la conversación y quien demuestra un sentido de compasión. Lo más sorprendente para mi es que no hay mención de los niños. Los niños no pueden ser considerados ni justos ni malvados. A su vez son una fracción importante de la población. Pero a pesar de su condición, se les aniquila por la voluntad de Yahvéh. Refleja una mentalidad para la que la culpabilidad no es de unos individuos sino que es del colectivo y por tanto así es el castigo. Lo mismo pasó en la historia del diluvio universal, en el que se aniquiló a la población entera excepto Noé y su familia. Hay muchas explicaciones teológicas sobre esta actitud de Yahvéh, pero aquí no pretendo en entrar en ello. Lo que me importa es la entender la mentalidad de quien lo escribió.

Esta actitud es muy parecida a la que muestran ahora los dirigentes israelíes. En su ataque a Gaza para castigar a grupos terroristas, se bombardea toda la ciudad, destruyendo numerosas familias, como si todos compartieran la culpa del terrorismo. Muchos han sido los niños que han muerto en estos bombardeos, unos 63 según se calcula, aunque no hay datos fiables. En ese caso el problema es aun más serio ya que parte de la responsabilidad de que surjan grupos terroristas esta en la actitud de esos gobiernos que oprimen a minorías.

Pero también refleja la mentalidad de muchos de nosotros. Actualmente nos preocupamos mucho por nuestros niños, tanto en calidad de vida como de educación. Ellos juegan un papel muy importante en nuestras vidas. Sin embargo cuando tratamos con grupos de personas de origen africano, o árabes, o gitano, etc., tenemos prejuicios, conscientes o subconscientes, tales que nuestra reacción es mirar al colectivo y no verlos como individuos. Entonces sus niños ya no nos preocupan. Así, si perecen estos niños, a muchos de nosotros nos importa poco.