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¿Qué tal queridos lectores? ¿Cómo se encuentran? Espero, una vez más, que lo mejor posible teniendo en cuenta que el planeta se está «tonicantonizando» a pasos agigantados. Y deseo también que se estén esforzando lo mínimo posible por hacer que gane dinero otro, sobre todo si ese otro ya está forrado, y lo máximo posible por encontrar un cierto equilibrio y sosiego que les ayude a navegar con las pulsaciones bajo control. Vamos, que el estrés no esté en producir a lo bestia para después comprar a lo tonto. Ojo, solo es un deseo, para consejos de lo que deben o no deben hacer dirijan sus preguntas a gurús bocazas, cuñados sobrados de testosterona, youtubers que desarrollan deliciosas teorías cospiranoicas, tertulianos que ladran cuando sus amos les tiran de la cadena, videntes con más cara que espalda, políticos con menos escrúpulos que Jack el destripador o influencers cargaditos de narcisismo, muchas gracias.

Y una vez dedicado el primer párrafo a preguntarles cómo se encuentran, vayamos a lo que tenemos más cerca, por lo menos los que vivimos en la increíble isla de Menorca (a ver para cuando las administraciones y empresas isleñas empiezan a pagarme por esta publicidad tan chula que hago, quiero ser como Don Draiper, pero aún más guapo, si no es mucho pedir). He visto publicada en varios medios digitales una lista con el siguiente encabezado «Diez playas donde perderse en España con distancia». Y tachán, tachán, entre las diez aparece la increíble playa de Macarella, en la costa sur de nuestra isla. Desarrollemos la idea después del punto y aparte, para coger aire.

La foto que ilustra Macarella la muestra desierta, con su luminosa arena blanca, el agua azul y el pinar detrás. Los que vivimos en la mejor isla del Mediterráneo, e incluso del hemisferio norte,  y también del sur qué carajo, puestos a ponerle amor a un sitio, pongámoselo a lo bestia; a lo que iba, todos sabemos que esa foto fue tomada en invierno, otoño tardío, primavera temprana, o con más filtros que las fotos de Carmen Lomana, porque no te la encuentras así de vacía ni a las cuatro de la madrugada. Es más, en esta fechas las playas de Macarella, y su hermana pequeña Macarelleta, están tan petadas que hay que tomar el sol de pie en la arena, y si miras al horizonte parecen los Alpes suizos, porque con tanto yate en fila se asemejan a cumbres nevadas, es lo que hay.

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Y me puedo imaginar al futuro turista contemplando las fotos de esas diez playas, y diciéndose a sí mismo «yo quiero estar en ese trocito del paraíso», y la desilusión que se llevará cuando compruebe que el paraíso se ha convertido en algo no tan divertido, ni tan bonito, por obra y gracia de la masificación humana. Ni entro ni salgo más, solo constato lo que hay, ya me mojo en el siguiente párrafo, ya que nunca puedo cerrar sin pisar algún charco, si no los haters se aburren, pobrecillos.

Es fácil ver el desenlace, una cosa es lo que nos venden y otra muy diferente lo que compramos. Una cosa es la realidad tangible y palpable y otra la realidad virtual o creada. Una cosa es la temperatura que marca el termómetro, y otra la sensación térmica que sentimos. Una cosa es que nos sintamos libres y otra es que ignoremos el historial de nuestros condicionamientos y los mensajes subliminales que nos meten en las neuronas. Una cosa es opinar sobre un tema que te preocupa y sobre el que has procurado informarte y otra cosa es soltar tus mierdas en Twitter basándote en tus santos bemoles, pues eso. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com