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No confío demasiado en las predicciones de futuro. Cuando era pequeño decían que en el año 2000 nos alimentaríamos con una pastilla y otras conjeturas que no se han cumplido. Pero ahora me llega un wasap que me parece revelador. Lo primero que dice es que los talleres de automóviles desaparecerán. No está mal como predicción. Al parecer los coches eléctricos tienen motores fáciles de reemplazar, cosa que harán rápidamente los concesionarios. Pero es que también desaparecerán los surtidores de gasolina, lo cual no está tan mal. Habrá dispensadores de electricidad por todas partes. Por lo visto se trata del futuro de las desapariciones, puesto que también desaparecerán las industrias del carbón y petróleo. Las casas producirán electricidad durante el día y venderán el sobrante a la red. Y ahora una afirmación desconcertante: en el futuro no habrá coches personales. Llamaremos –llamarán- a un automóvil, aparecerá en nuestra ubicación y nos llevará a nuestro destino. Ya no necesitaremos carnet de conducir, ni tendremos problemas a la hora de aparcar. Lo que significa que las ciudades cambiarán: sin automóviles, los viejos aparcamientos se convertirán en parques públicos. También significará que habrá muy pocos accidentes automovilísticos y se salvarán muchas vidas. Otra consecuencia: las compañías de seguros tendrán muchos problemas por falta de negocio. Las ciudades serán menos ruidosas, más limpias y además, la gente podrá trabajar a distancia incluso mientras viaje. Ahí viene una afirmación que me llena de alegría: «la electricidad será increíblemente barata y limpia». ¡Ojojó!...

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Bueno, no me digan que no es un futuro halagüeño. Más cambios: con una aplicación telefónica podremos detectar casi todas las enfermedades. Tendremos el médico en casa y a lo mejor casi podremos cumplir el viejo sueño de ser inmortales. Los «jovencitos» de sesenta, setenta y ochenta años permaneceremos en la adolescencia, jubiladísimos, lejos de las tristes oficinas, trabajando en lo que nos guste, si es que nos gusta. Una cosa que olvida esta predicción que me han enviado es que no habrá libros de papel, todos los libros serán electrónicos y por fin el saber no ocupará «realmente» lugar. Las editoriales tradicionales desaparecerán. Los autores auto-publicarán, «todos», sus obras y el tiempo se encargará, como siempre, de determinar los elegidos para la gloria. Lo malo es que algo puede fallar; basta con que aparezca otra epidemia tipo covid y dé al traste con todo.