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Los costes de producción en el campo se han disparado un 100 por cien en 20 años. Los payeses se hartan de vender a pérdidas, se dejan 20 céntimos por cada litro de leche. La ruina del sector lácteo dejaría sin empleo a más de 450 personas.                       

Las frases anteriores son una gavilla de titulares publicados recientemente que van cayendo como el granizo cuando la cosecha está a punto de recogida. La actividad subsiste entre el sacrificio de gente entregada al oficio y las subvenciones, pero si venía yendo a menos, los datos revelan ahora que está en vías de extinción, en los dos últimos años han cerrado 44 explotaciones agrarias, solo quedan 137 en activo.

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En medio de ese panorama, por primera vez se ha planteado un proyecto capaz de revertir la tendencia y hacer viable el sector lácteo aprovechando los subproductos de alto valor añadido como el lactosuero desmineralizado en polvo y ghee a partir del lactosuero, el bien conocido serigot. Joan Amengual, su promotor, lo ha bautizado como Menorlac, está experimentado en Galicia, hay mercado y genera rentabilidad.     

No sé si los fondos europeos y sus líneas que priman los proyectos de economía circular, digital y sostenibles lo van a tener en cuenta o, como es habitual, irán a parar a los chiringuitos que proponen estudios sobre la situación de plantas endémicas de alto valor para el ecosistema del litoral, cómo nos afectará el cambio climático dentro de un siglo o planes para la igualdad y una educación transexual y multicolor. Informes por lo general bien pagados que se dan a conocer un día y luego dormitan para siempre en un cajón.       

No habría reserva de biosfera sin el campo, actor fundamental del paisaje y más imprescindible que nunca porque mantener este sector supone conservar la esencia de Menorca. Si de verdad hay dinero para la recuperación, solo falta inteligencia para no derrocharlo como tantas otras veces.