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La escalada del precio de la electricidad no tiene final, llevamos varias semanas en las que cae récord tras récord. La gasolina y otros derivados del petróleo están en la misma onda, de un año a otro el precio se ha disparado un 30 por ciento.                         

Intenté entender el otro día la explicación que en vivo nos dio la ministra de la chispa y no la entendí. En el Congreso de los Diputados también le pidieron explicaciones y dijo lo mismo, que la factura se compone de tres patas, que tal vez podrían retocar a la baja la fiscal, pero la de las eléctricas ni hablar, que si están protegidas por la ley, que si Bruselas, que si el futuro, que si la sostenibilidad que todo lo cura, que si tal y tal y tal.

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Más o menos como ese ministro tonto del bote que nos hacía pagar las mascarillas más caras porque alegaba que la Unión Europea no nos dejaba bajar el IVA. ¿Se acuerdan del tipo ese que luego despreció la actividad turística porque, propio de quien no ha trabajado en su vida, no tenía valor añadido? Ese es el ministro de Consumo con su cartera, su camisita y su canesú. Y el coche oficial y    asesores, imagino, para gobernar un asunto para el que ha demostrado tener pocas luces.       

No se le ha visto ni oído en esta crisis que es, sobre todo, de consumo y en el que la ministra está apechugando con todas las críticas, tertulias de radio, quejas de barra, preguntas de señorías e indignación de la calle.

Todo eso está ocurriendo con Unidas Podemos en el Gobierno, con una corriente que defendía una empresa eléctrica estatal. Más o menos como el retorno de la GESA, una compañía pública. Si tuvieran un poco de dignidad dejarían un gobierno que no solo no ha bajado el precio de la electricidad sino que es incapaz de poner techo a la subida. Qué pinta en el Consejo de Ministros tanta ignorancia hablando de niñes y matrias cuando lo único que quiere el personal es poner la lavadora al salir el sol para secar la ropa.