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Se ha publicado como si fuera una proeza humana, un vídeo escalofriante de los que nos retrotraen a los abismos más profundos de la más zafia degeneración: unos individuos jugando al fútbol con tres cabezas humanas en medio de risotadas que te hielan la sangre. No es un hecho sacado de una película gore, es una macabra muestra de lo que una «gente» sin escrúpulos son capaces de hacer.

Los que ahora saben del mundo talibán, Isis–K yihadistas y demás facciones terroristas, dicen en un alarde de «sabiduría» del todo a cien, que Afganistán con los talibanes va a retroceder 20 años, empleando el mismo guarismo de los años de guerra que ha mantenido EEUU, acompañados de otros países en una guerra inútil y poco o nada explicada.    Otros van más lejos, cuando dicen que Afganistán retrocederá hasta la decimonónica Edad Media. Ya les dije en un artículo anterior que malhadada sea la hora en que EEUU puso su maquinaria de guerra en los escarpados montes de ese país ¿Qué es lo que iban a enderezar? Como si la industria bélica y el poder económico fuera mano de santo a la hora de arreglar conflictos bélicos. La guerra no la gana quien más armas tiene, la guerra no la gana quien más tecnología tiene, la guerra no la gana quien tiene más soldados dispuestos a dejarse masacrar porque unos políticos los hayan mandado a un lugar y a una guerra equivocada, a matar a todo aquel que se les cruce en su camino. Sadam Husein decía que la guerra la ganaba aquel que tenía a Dios de su parte. Preciosa frase, lástima que la dijera quien la dijo.

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La guerra no es otra cosa que el empecinamiento de seguir atrozmente anclados en la filosofía belicista de la quijada del asno. Estos veinte años de guerra ¿acaso han arreglado algo? Afganistán tiene muchas papeletas para estar peor que estaba. Pienso en la mujer afgana cuando apenas había respirado aires de libertad y se encuentra ahora con individuos que juegan al fútbol con tres cabezas humanas, de las que no me atrevo ni a pensar que les harían a esos pobres desgraciados antes de cortárselas y liarse a patadas con ellas. Mi imaginación afortunadamente cuando traspasa el albañal de la atrocidad humana, se convierte en una nebulosa incapaz de pensar más allá de lo humanamente soportable. No es una comodidad, es una necesidad para poder seguir respirando y no sentirme avergonzado de pertenecer a la misma raza humana que algunos malnacidos, porque en esa raza hay una metamorfosis que ha creado bestias atroces, si no, no se explica que haya mentalidades así en pleno siglo XXI.

En sus desgracias, a Afganistán no le faltaba ahora más que iniciar un capítulo de atentados indiscriminados a cargo de algún grupo encuadrado en una facción de las que componen hoy el panorama agresivo de aquel país, que ya había conocido la barbarie de    grupos en los que no avanza la vida. No me extraña que se sientan abandonados en su peculiar forma de entender la política, en definitiva, un peligroso polvorín en Asia, que siempre ha estado en el punto de mira de países intervencionistas que lo han ocupado con la excusa de que iban a poner a Afganistán en la vecindad de la modernidad, y han salido de él dejándolo peor que estaba.