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Hay cosas, temas, reivindicaciones que algunos partidos consideran patrimonio propio y las contrarias lo son de los partidos opuestos. Por ejemplo, la defensa de la lengua catalana común es patrimonio de la izquierda nacionalista. La confrontación de la lengua común con el dialecto propio es patrimonio de la derecha antinacionalista. La carretera mínima es patrimonio de la izquierda ecologista, la carretera máxima lo es de la derecha pro desarrollo económico. Estas posiciones patrimoniales se refuerzan con tópicos muy manidos. La derecha economiza cuando gobierna enarbolando la bandera de la austeridad y el ajuste, la izquierda gasta lo que no tiene porque los poderes públicos han de dinamizar la economía. Los que se sienten cómodos en cada posición no quieren que nadie les remueva. Por eso es tan difícil que en algunas cosas se acuerde un punto intermedio.

Hay una cuestión en la que casi nos hemos puesto de acuerdo. La preservación de la naturaleza y el paisaje nos permiten presumir a todos de nuestro principal patrimonio. No solo es la foto de postal, sino el pan de nuestra economía. Mirando atrás sin ira, hay quienes han defendido este modelo y trabajado para conseguirlo. Es su mérito. Pero quizás ya estemos en otra fase, en la que, más allá de demoler o salvar un puente en la carretera, somos capaces de reconocer que la Isla nos gusta, porque mantiene todavía un buen equilibrio entre las personas y la naturaleza, entre el medio ambiente y la economía. Por algo somos Reserva de Biosfera.

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Ahora estamos en el momento en que el título se ha de llenar de contenido con la Ley de la Reserva de Biosfera. Será difícil que se pueda aprobar en este mandato si mantiene sus ambiciosos e interesantes objetivos.

Pero quizás se pueda trabajar en dos cosas (a medio y a corto plazo): el consenso imprescindible como exigencia y oportunidad y prestar más atención al Parque Natural de S’Albufera des Grau, el núcleo de la Reserva.