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Resulta evidente que la actualidad insular arroja esta semana suficientes cuestiones como para ofrecer un punto de vista propio que encaje en una columna de opinión como esta.

Desde la tragedia de la isla de La Palma por la erupción volcánica como fenómeno natural devastador, hasta la supuesta injerencia del Govern al    frenar la transferencia de gestión del Pati de Sa Lluna, de Alaior, pasando por la peligrosa riada que desbordó el torrente de Ferreries el martes.

En mayor o menor medida son noticias que incitan al debate en cuanto a sus circunstancias, consecuencias y responsabilidades.

Pero en esta ocasión, casi en este mismo intervalo de tiempo, se ha producido otro hecho que no tiene interés más allá de un círculo familiar y laboral pero que acumula una formidable trascendencia para esta empresa.

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Hace una semana, ocultos tras la puerta en una de las paredes de la redacción del diario, varios periodistas y otros trabajadores de la casa vivimos un momento emotivo, indiscutiblemente feliz que humanizó este espacio de trabajo donde relatamos el devenir de la Isla desde un plano alejado, demasiado insensible en ocasiones.

Fue el momento previo a la entrada en la sala más amplia del edificio que ocupa Editorial Menorca cuando el personal prorrumpió en un sonoro, cálido y prolongado aplauso para sorprender y dar la mejor de las bienvenidas posibles en esta coyuntura, a una de las nuestras.

La joven-veterana compañera, de trato afable y cercano, con vigoroso carácter en situaciones excepcionales, regresaba a su puesto de trabajo tras haber superado una larga enfermedad que la había mantenido alejada del periódico, de su vida cotidiana, en definitiva.

Las contagiosas lágrimas de emoción que se le escaparon, el regreso a la bendita normalidad fue la gran noticia del día, incluso del año para la redacción de MENORCA • «Es Diari», empleada por razones obvias en trasladar a la opinión pública otros contenidos. Estamos de enhorabuena más que nunca. Feliz regreso, María.