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Según la documentación incautada por la UDEF, a raíz del caso Neurona, en la terminología de campaña electoral de Podemos se utiliza la distinción de los potenciales votantes entre «ovejas» y «precarios-indecisos». Genial. Hay que llamar a las cosas por su nombre (a efectos electorales) y no sentirse ofendidos. No hablamos de machista o corrupto, por ejemplo, que son para poner una querella en este tiempo susceptible de la ley de la ofensa y la demanda.

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Ser oveja no tiene por qué ser peyorativo. Y precarios somos la mayoría. Las ovejas tienen fama de ir en manada y dejarse guiar fácilmente. No hay nada peor que una oveja descarriada. Los expertos en marketing electoral saben muchas cosas de nosotros que nosotros mismos ignoramos. Nos pueden llamar de todo. Aunque la gente aspira a destacar, casi todos somos del montón. Es bastante patético hacerse ver, darse importancia, comportarse como un narcisista compulsivo. Las redes sociales están llenas de egocéntricos que piensan que el mundo gira alrededor suyo. Antiguamente, los reyes tenían poder absoluto. Ahora lo tienen unos seres anónimos que dominan las grandes empresas mundiales. Son tan ricos que los del montón ni nos enteramos de su inmenso poder. Y tienen medios muy sofisticados para llevarnos al redil. Incluso nos dejan creer que somos importantes.

Según la investigación del caso Sinapsis, todo está interconectado y la información circula a una velocidad de vértigo.