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Usar la recaudación de la ecotasa para pagar ruinas inmobiliarias propiedad de los fondos de inversión o de los bancos constituye una muestra de perversión del impuesto de turismo sostenible, el ITS como abrevian algunos promotores del nuevo peaje para aliviar la carga peyorativa de la ecotasa. Estoy pensando en Sa Tanca de Sant Lluís y una sala de exposiciones de Ciutadella respectivamente, operaciones aprobadas con pago del dinero acarreado por los turistas. Quienes cargaban contra los fondos buitre son los mismos que ahora engordan su negocio con el dinero público.       

La compra inmobiliaria era solo un antecedente. Ahora se ha conocido el pago de un millón y pico de euros, de los que la mayor parte sale del impuesto de marras, por un concierto, que no es otra cosa que la tapadera para obsequiar a la radio amiga, propiedad de Prisa, el grupo amigo,  una perversión total de los fines con los que nació el invento fiscal que trajo el gobierno de Armengol de la mano de Biel Barceló, aquel conseller obligado a dimitir por cuestiones éticas.

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La ecotasa la pagan los turistas y los menorquines e ibicencos que en alguna ocasión nos vemos obligados a pernoctar en Palma y los mallorquines que salen de vacaciones a las islas menores. Nada tienen que ver los fines del impuesto con unos conciertos que la Ser organiza desde hace años como autopromoción de su cadena musical. No aparece la motivación ni mucho menos la justificación para esta contribución con dinero público salvo el de nutrir el abrevadero que refresca y alimenta a los gobernantes de turno.     

Ya es casualidad que la noticia coincida con la marcha de un desalentado director de la oficina anticorrupción, Jaume Far, abrumado por un trabajo que no le han dejado hacer. Aquí tenía material para discernir si ha habido malversación de fondos públicos.