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He leído que nuestro particular volcán del puerto de Mahón no apagará las emisiones al menos hasta 2040. La ministra de energía (oficialmente, para la transición ecológica) tampoco pone mucho empeño para acelerar el cierre.       

Cuando en agosto pasado aprovechando ella sus vacaciones en Menorca se citó con las autoridades locales y aprovechando nosotros que estábamos allí le preguntamos cuando dejaría de utilizarse el fuel como combustible de la central eléctrica la respuesta fue decepcionante. La desgana de sus palabras («no será inmediato, hay que negociarlo con la empresa...») constituye un chute de pesimismo. Una cosa es el título de ministerio y otra la realidad, una cosa es la propaganda y otra la virtud.

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Ya no es la apariencia, de por sí deprimente, sino los efectos nocivos para la salud que han puesto de relieve estudios sobre la relación entre centrales térmicas y la incidencia del cáncer en los respectivos lugares en los que se hallan. Pero ahí seguirá al menos otros 20 años el penacho gris adobado con dióxido de azufre que la tramontana peina hacia Mahón y su entorno. Este año, todo hay que decirlo, las turbinas han reducido un 83 por ciento el óxido de nitrógeno.

La central fue inaugurada por el llamado entonces su excelencia el generalísimo y fue celebrado por la sociedad menorquina como un gran avance, ya que además se consiguió que se pagara por la luz aquí el mismo precio que en el resto de España, eso que ellas y ellos llaman estado español. Era 1960 y 60 años después el precio ambiental que estamos pagando es mucho más caro.

Tal vez alguna de las leyes de memoria que se están aprobando para borrar la huella franquista de la historia haya tenido en cuenta esta obra, que no es el pretencioso monumento de la Esplanada pero también es obra del personaje favorito de Pedro Sánchez.