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«Per Nadal, una passa de pardal; per Sant Antoni, una passa de dimoni». Para hablar del tiempo y la progresiva luz del día que nos lleva del invierno a la primavera, utilizamos pajaritos y demonios. Estos últimos tienen las zancadas largas. La construcción es lenta y la destrucción suele andar con prisa, una prisa de mil demonios. Impresiona ver lo ocurrido en Brasil, donde a unos turistas que visitan con lanchas un paradisíaco lugar, se les cae un trozo de acantilado encima. Sin tiempo de reaccionar. La naturaleza es indiferente al dolor. Estaban allí en el momento y lugar fatídicos. Del paraíso al infierno en cuestión de segundos. Me pregunto si vivimos momentos de construcción o de destrucción.

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A veces, las cosas no se ven a simple vista. Las catástrofes siempre encuentran explicaciones a posteriori. Justificaciones. Lo complicado es preverlas. Sabemos que es preferible prevenir que curar, si la cosa tiene cura. Seamos optimistas. El optimista puede estar equivocado pero vive más tranquilo. Todo irá bien, se dice a sí mismo como para convencerse. La pandemia es reincidente. Cuando parecía vencido, el virus contagia más aunque, por fortuna, mata menos. Hemos aprendido a convivir con enfermedades infecciosas. La galería Hauser&Wirth ya prepara la exposición de la próxima temporada. Nos gustaría un verano sin agobios. «Per estiu, una passa de perdiu». Ya veremos. O como dicen aquí: «Si vivim, coses veurem».