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Creo que con lo que llevo sonándome la nariz estos últimos 3 días me habré cargado una parcela entera del Amazonas a golpe de paquete de pañuelos. Qué manera de producir mocos tengo, creo que incluso los estoy produciendo por encima de mis posibilidades. Lo único que me tranquiliza es pensar que durará solamente unos días más y que, por el momento, el test de antígenos me da una tregua que me permite seguir saliendo a jugar. Existe una psicosis comprensible alrededor de un estornudo, de una tos o de un simple carraspeo de garganta. Estamos rodeados por el Coronavirus y sus tropecientas variantes cada una más asesina y voraz que la anterior, y ello hace que estamos al quite ante cualquier síntoma anormal de nuestro cuerpo. Al mío, por ejemplo, le ha dado por brotar una cantidad indescifrable de mocos que, de haber servido para algo, hubiese sido un despilfarro. Sé que no deberíamos hacer bromas con el Coronavirus con la que sigue cayendo, pero a estas alturas conviene que nos miremos un poco el ombligo porque empieza a ser más culpa nuestra que de otros. Estamos cansados de vivir una vida que no se le parece en nada a la nuestra, ni a la de 2019 ni a la que nos gustaría vivir en 2022, y por ello tendemos a meter la pata más de la cuenta. Estoy tan harto de la mascarilla que, cuando llevo un rato sin ella en casa o haciendo ejercicio al aire libre me siento desnudo e incluso me siento mal. Me he frotado tanto las manos con gel hidroalcólico que creo que me he borrado las huellas dactilares y que toda la comida me va a saber a limón para toda la vida. Y lo peor es que cada vez que le ganamos la batalla o que parece que por lo menos le recortamos distancias, el grupo de investigadores de turno se saca de la manga una nueva variante más apocalíptica y chunga. ¡Ya podrían encontrar una variante que te provocara ataques de risa! O que te trastocara las pupilas y todo te supiese a pizza. O que en lugar de cascarte la existencia te provocara ganas de hacer deporte… La verdad que, tras pasar la covid del 20 al 30 de diciembre de una forma muy tranquila y sin demasiados sudores ni dolores, ahora he pillado un resfriado de los que hacen época. Soy el puñetero Amancio Ortega de los mocos, el Bill Gates de los pañuelos usados. Colecciono, de momento, rayitas individuales, esquivando la fatídica marca de la ‘T’, mientras el único beneficio de acumular tanto moco es que me ahorro el colocón con el olor del gel. Me preocupa que si me pongo a aplaudir fuerte y rápido salte una chispa y el gel me convierta en un Omicron chamuscado.