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Hoy es el Día Escolar de la Paz y la No Violencia. Según veo en Internet, «una jornada educativa no gubernamental fundada en España en 1964 por el poeta y pacifista mallorquín Llorenç Vidal Vidal». Este día internacional fue reconocido por la UNESCO en 1993 y recuerda el asesinato a tiros por un joven radical de Mahatma Gandhi, líder indio que representa desde entonces la lucha no violenta.

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Mientras, en Ucrania, se preparan para la guerra. Una cosa son los deseos y otra, las realidades. La violencia anida en el ser humano desde su origen. La paz es un logro difícil de conquistar y que requiere gran determinación e inteligencia. No valoramos lo suficiente el largo periodo de paz que hemos vivido. Lo creemos más sólido e indestructible de lo que es. A otros países les ha pasado lo mismo. La discordia es el germen que, con cualquier detonante, acaba en destrucción mutua.

La peor educación es la que enseña que la paz es sencilla, cuestión de buena voluntad, que no analiza la complejidad del tema ni las claves de su prevención. Hablar mal de los conflictos armados lo podemos hacer todos. Y condenar la violencia. Pero cuando nos hablan de los instrumentos para conseguir la paz: diálogo, estudio, empatía, sacrificios, disuasión preventiva, diplomacia de alto nivel… eso ya es otro cantar. Creímos que con la caída del muro de Berlín se desactivaba el peligro. Pero estamos en un mundo mucho más peligroso e inestable que antes.