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¿Cómo va la cosa queridos lectores? Y lo    pregunto de forma general, porque sé que si cada uno de nosotros entra al detalle de lo personal necesitaríamos muchos más de los 3.500 caracteres que me da el periódico para realizar una especie de terapia grupal que nos ayude a superar las miserias que tenemos encima de nuestras cabezas, seguramente muchas serán culpa nuestras, no echemos todos los balones fuera, pero seguro, también, que muchas son fruto de este sistema neoliberal corrupto y cruel que se ha afianzando como el único posible. Así que ya sabes Alejandro Dumas, ni dios te hizo caso cuando escribiste aquello de: «uno para todos y todos para uno», aquí y ahora prima más un: «todo para mí y yo para mí mismo».

Pero no desesperemos, si su bolsillo anda un poquito escaso de efectivo por detallitos como la subida de la luz, de la gasolina, de la cesta de la compra, y de todo lo que pueda subir, mientras su sueldo anda más atascado que el cerebro de Carlos Herrera intentando leer a Simone de Beauvoir, no se preocupe, circula desde hace ya unos añitos la solución definitiva a todos sus problemas económicos, estamos hablando señoras y señores de las criptomonedas. ¿Quiere forrarse desde su casa delante del ordenador mientras devora bolsas de Cheetos?. Pues siga leyendo después del punto y aparte.

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Las criptomonedas son un medio digital de intercambio que se sustentan en una red de ordenadores descentralizados, es decir nodos repartidos por todo el mundo que generan algoritmos de programación y crean unas especie de «monedas» virtuales como el Bitcoin, la primera que salió. Pues bien tú tienes un wallet, monedero, y ahí guardas las claves de tus criptomonedas que después, por los programa excharge, puedes cambiar a euros o dólares. ¿Han entendió algo? Yo ni jota, pero me dicen que este sistema está libre de las zarpas de los bancos, ojalá, y que no tiene nada que ver con una estafa piramidal, aquí surgen muchas dudas. Porque este tinglado no tiene ningún valor intrínseco, no es oro, tampoco es un valor productivo, no hay una fábrica, no tiene ningún valor subyacente que la respalde como materias primas, y su valor se basa solo en el factor de confianza, «algo huele a podrido en Dinamarca».

Joder, les dije hace dos párrafos que nos íbamos a forrar sin levantar el culo de la silla, y ahora se plantean más dudas que las que le genera a un diputado acertar entre tres botones para votar. Y es que aunque la tecnología que usan es revolucionaria, el funcionamiento no parece alejarse demasiado de la típica estafa Ponzi, «donde el capital de los nuevos inversores sirve para pagar los intereses de los que habían entrado antes, por lo que se necesita que haya nuevos inversores entrando eternamente». Claro los primeros están forrados viviendo en Andorra con los youtubers, los segundos ganan relativamente bastante pasta, pero según bajas en la pirámide aparecen millones de víctimas que se van a comer los mocos y la alfombrilla del ratón porque van a perderlo todo.

Llámenme desconfiado, pero eso de ganar mucha pasta en poco tiempo y haciendo poca cosa me suena muy mal. Ya ven soy un boomer que desconfía de toda gran fortuna, porque a partir de una cantidad de dinero el hedor de los cadáveres sobre los que se sustenta llega hasta la última planta de cualquier rascacielos de lujo. ¿No les da la sensación que ya sea en metálico, con tarjeta, o con criptomonedas siempre acabamos pagando los mismos?, ahí lo dejo. Feliz jueves.