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El periodismo antepone actualidad y la historia da después rigor a lo acontecido. Sirva la premisa para conocer la realidad de hechos como los de aquella tarde de hoy hace 41 años. Tejero se llevó la fama de golpista mientras otros cardaron la lana. El asalto al Congreso es una cosa muy seria, no basta un arrebato, requiere preparación y muchos cómplices. Y los hubo.             

Todo fue muy raro, hubo dos valientes (Adolfo Suárez y Gutiérrez Mellado), muchos cobardes, algunos traidores y la sospecha permanente que desde entonces pende sobre el rey.

El PSOE desclasificó en 2015 el documento en el que se diseñaba con todo detalle, cuatro meses antes, «un golpe de estado muy parecido al de la noche del 23-F», explica Antonio Rodríguez. «El golpe en sí se materializaría ocupando por asalto en fuerza algunos organismos y ministerios en la capital del estado». Felipe González pensaba que el «desgobierno de la UCD está arrastrando a España al caos y estudia la formación de un gobierno de gestión, sin Suárez, con un independiente a la cabeza», explica Jesús Palacios, otro historiador que ha investigado a fondo el suceso que explotó aquel día.

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Felipe González y otros jefes socialistas «se reunieron con Sabino [jefe de la Casa Real] para expresarle que la situación no aguanta hasta las próximas elecciones» y que Armada «es aceptado por nosotros».     

Los conjurados en la operación, entre los que no figuraban comunistas ni separatistas vascos y catalanes, habían pactado un gobierno de coalición independiente del Congreso para en los dos años que quedaban hasta las elecciones frenar a terroristas y separatistas. El presidente sería Armada y Felipe González el vicepresidente.

Luego, algo se torció por el camino. Nos habíamos quedado con lo que vimos, los bigotes del Tejero, los balazos en el techo del Congreso y un juicio apresurado. Pero hubo mucho más.