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En sentido figurado, el PP está sintiendo lo que se conoce como «fuego amigo», un    cainismo feroz, que a poco que se empecinen, puede terminar con insospechadas dimisiones o en duras sanciones que pueden llevar a expedientes de expulsión.    Por de pronto, justo lo que no debían de haber hecho, y lo han hecho sin un gramo de vergüenza ajena, ir con sus desavenencias a intentar lavar los trapos sucios en medio de la calle. Así no es raro que hoy no existe a lo largo y a lo ancho de esta España nuestra, nadie que ignore que el PP le está arrancando las plumas de las alas a una gaviota confundida, errática, y, para más de uno, avergonzada de sí misma, suponiendo que las gaviotas, mientras buscan una sardina fresca para llenarse el papo, pueden sentir vergüenza ajena.

Es en el fondo lamentable que en un partido que legal y legítimamente aspira a dirigir el país, algunos imprudentes cuando nadie lo esperaba, han sacado los pies de las alforjas, y eso deja una profunda huella en la memoria de los demás partidos, en los afiliados y en los votantes. Lastra vergonzosamente las intervenciones en el Parlamento, y para más inri, casi siempre hay otros que sacan tajada, porque «el alboroto» «el ruido», crea un caldo de cultivo, un magma hediondo que se pega a todo el partido como si fuera una de aquellas pestes medievales.

Si se demostrase que en Génova se fraguó el espionaje a Ayuso «esto dinamita el partido y eso es un sentir generalizado», quizá porque todo es extremadamente sorprendente, quizá porque la cosa viene de lejos, por más que aún no se conoce con profundidad quién mece la cuna o quién canta la rorro, pero lo sobrevuela una cacofonía virtual que recuerda a Miguel Ángel Rodríguez sobrevolando el campo de batalla, por ponerlo más suavemente, diré el campo de la discordia, urdido entre varios. Por eso no es sencillo señalar a uno o dos culpables. Pongo por caso al hermanísimo de Isabel Ayuso, que probablemente sin querer ha metido la pata hasta el corvejón. No se puede estar haciendo negocio sobre un material sanitario que no teníamos cuando en el país morían 700 personas diarias. Sin embargo, no tuvo miramientos en conseguir 250.000 mascarillas por valor de 1,5 millones de euros. Tan suculento contrato se llevó a cabo durante la carestía de material sanitario que sufría el país. Con todo, resulta que el hermano de Ayuso, ha sido al parecer investigado por el propio PP, según lo publicado, por una supuesta cantidad de 283.000 euros. Buena mordida, se refiere a la comisión de las mascarillas presuntamente, y, estando en esas, aparece Ángel Garromero, colaborador del Alcalde de Madrid, Almeida, y de forma tan sospechosa como sorpresiva, va y dimite, lo que le convierte presuntamente, en alguno de aquellos que no estaban muy lejos cuando se confabularon para urdir un plan para investigar a la Presidenta de la Comunidad de Madrid. Garromero ha negado estar implicado en ninguna trama de espionaje para perjudicar a Isabel Díaz Ayuso, viniendo a utilizar como armamento la presunta mordida por el contrato de las mascarillas hacia su hermano.

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Llegados a esta situación de espionaje, ganas de poner la zancadilla a quien por su populismo, se ha convertido en alguien que cualquier día puede ser la favorita a la hora de obtener la supremacía política en un enfrentamiento, no ya para presidir una Autonomía, sino para acabar siendo quien presida el partido a nivel nacional. Cuando se dan estas ambiciones, afloran los codazos, las zancadillas y la patada en la espinilla parlamentaria.

No somos lelos ni fáciles de confundir respecto de las situaciones que generan los políticos. Ahora la situación se ha vuelto agresiva y violenta como la que se está estos días librando bajo las alas de la gaviota del partido conservador. Somos ya gato escaldado que del agua tibia huye, conocedores pues, de que ante una situación de especial dramatismo, esta puede durar lo que un puñado de trigo entre un bando de gorriones hambrientos. La situación del PP con presuntos espionajes y corrupciones, que han trascendido la barda de lo que conviene llevar más austeramente, sin que el humo salga por la ventana, porque la chimenea no da abasto, no vayan ustedes a creer que es de largo recorrido. Probablemente en un decir amén estaremos hablando de nuevas corruptelas, de nuevos implicados, como si fuera una novedad que de darse, solo es de pascuas a ramos, aunque usted y yo sabemos que no es así.   

Ayer 19 de febrero 2022, Casado y Ayuso se reunieron, supongo que para ir apagando el fuego que entre ambos han propagado, antes de que este acabe por tenerlos que llevar a la unidad de grandes quemados. El inefable Feijóo, hablaba ayer sábado, de la conveniencia de un Congreso extraordinario que venga a poner a cada uno en su sitio ¡Oído cocina!.