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Lo normal de un conflicto en nuestro entorno es analizarlo y ponerse del lado de una parte o de la otra, en función del peso de la razón. Rusia ha invadido Ucrania, ninguna razón sostiene que la ambición de Putin se lleve por delante vidas humanas para evitar que el país que un día fuera parte del imperio soviético pueda decidir libremente acercarse a las instituciones (OTAN, Unión Europea) de Occidente, que es el argumento oído.             

En un caso así, toca condenar al agresor y socorrer solidariamente a las víctimas. Pero como tontos hay en todas partes, ahí está el Grupo Puebla mostrando a través de un comunicado al día siguiente de que el Ejército ruso entrara en el país vecino a cañonazos su «profunda preocupación por el reciente curso de los acontecimientos en Ucrania». Y continuaba pidiendo a «Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea que abandonen la vía de la intervención militar».                                   

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Huelga decir que una de las lumbreras que ilumina este colectivo es Rodríguez Zapatero. Entre los 53 dirigentes de 16 países que lo conforman también figura lo más granado, desde el punto de vista intelectual, de la política española, Irene Montero y Adriana Lastra. Para esta peña de líderes de la izquierda y del populismo, Rusia es, en la línea de Podemos, la gran defensora de la paz.     

Luego están también los que convocan manifestaciones no contra esta guerra en concreto, la conciencia comunista se lo impide, sino contra todos los conflictos bélicos y por la paz mundial. Qué bonito. Practican ese imposible ejercicio de la equidistancia, abstemios los llama Fernando Savater porque «se refugian en el ni con los unos ni con los otros, que les da una irrisoria sensación de superioridad y les permite asilarse en santuario» y que es propio, añade, «de una inteligencia rasante, gallinácea».