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Leo, en el poco tiempo libre que tengo, que la NASA está preparando una misión que devuelva al ser humano a la Luna 50 años después. Me emociona la idea de que, ahora que disponemos de tecnología de la buena, se manden a personas a otro planeta para obtener imágenes que vayan más allá de las protagonizadas por Neil Armstrong y Buzz Aldrin. Tengo curiosidad porque el margen de maniobra es muy amplio para recolectar fotos y vídeos.

Es cierto que organizar una misión espacial rumbo a la Luna es caro y complicado, pero debemos hacernos a la idea de que más pronto que tarde será necesario encontrar otro lugar al que trasladarnos si mantenemos las ganas de cargarnos nuestro planeta por encima de nuestras posibilidades.

Allí arriba, o allí afuera, tiene que haber vida inteligente por narices, porque aquí abajo brilla por su ausencia, mientras se van sucediendo las desgracias en una suerte de competición de a ver quién está más pirado, o a quién se le va más y peor la cabeza. Y no nos faltan aspirantes al título, en lugar de empeñarse en llevar una vida tranquila, pausada y en la que se respete y se tolere a los demás.

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Me ilusiona que el hombre y la mujer tengan como objetivo próximo llegar a la Luna porque por muy lejana que nos parezca, establecernos y normalizar los viajes al satélite es en realidad es un pequeño paso para nosotros y un gran paso para la humanidad, aunque la frase esté más trillada que los chistes de Jaimito.

Puede que no suene ético invertir una fantochada de millones en lograr estos objetivos con la que está cayendo, pero cualquier momento es tarde si no nos ponemos las pilas en lo de lograr emigrar como especie hacia otro planeta ya que el nuestro tiene fecha de caducidad que será más o menos larga en función de lo que tardemos en cruzarnos en mitad de un asteroide apocalíptico de esos.

Donde nos ahorraríamos dinero y disgustos es en la selección del personal para tripular estas misiones experimentales. Vamos sobrados en personal descalificado y mano de obra barata, carne de accidentes espaciales que tranquilamente podríamos meterlos en un cohete a redescubrir la Luna, o directamente a la Conchinchina.

Lo único que podría pasar es que se nos multiplicasen las opciones de que la misión saliese mal, aunque las pérdidas humanas en este caso serían mínimas. Una pequeña pérdida para la humanidad, y un gran alivio para el hombre. Y para la mujer.