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Soy Acuario y por lo tanto hace unas pocas semanas he cumplido años. Y como ya son unos cuantos quizás, y sin quererlo, mi generación pronto entrará en la categoría de gente que algunos en Menorca consideran d’en primer. Bueno, puede que en edad sí pero no, lo declaro, en espíritu ni, lo aseguro, en ganas ni en voluntades. Por otra parte nunca he creído en uniformidades generacionales pero sí en algo que nos une: la edad, ese vínculo perceptible que junta a la gente en un recuerdo común.

Nosotros formamos parte de la generación de menorquines que nacieron justo cuanto acabada o despuntaba la mitad del pasado siglo XX. Por suerte no vivimos la guerra pero sí sus consecuencias y sus influencias. Muchos de nuestros padres sufrieron prisión por, incluso ocasionalmente y sin pretenderlo, haber estado en un bando o en otro. Yo tuve la suerte de que en casa casi nunca se habló de la guerra civil a pesar de que mi abuelo estuvo encerrado en La Modelo y sentenciado a muerte, sentencia que se incumplió por los pelos. También mi padre estuvo en un campo de concentración en Soria (y en Belchite) y corrió la misma suerte que toda la generación del tristemente famoso Coca Cádiz que forzosamente tuvo que servir a la República y después al franquismo.

Nosotros pasamos de ser adolescentes a jóvenes a lo largo de los años sesenta cuando ya conseguimos el Carnet de Identidad y….. ¡el pasaporte! que nos enseñó el mundo y nos hizo ver que había otras realidades.

SOMOS LOS QUE, en Mahón, aprendimos a abrevarnos en la Bodega Victoria, en Ca’s Català y en aquella cutrez militarizada llamada Bodega Martínez que rebosaba autenticidad y roña. Fuimos los que nos empapamos de música pop, de minifaldas, del mayo del 68, del Vietnan, de Planes de Desarrollo, etc. Fuimos los que comenzamos a escuchar al Dúo Dinámico para pasarnos luego a los Brincos y a sus copitas de champán, a los Sirex que suspiraban por una escoba, a Adamo que nos quemaba con ‘mis manos en tu cintura’,... los que participamos en la invención de los ‘balls de casa’. Somos los que convertidos en aprendices de ligones recitábamos párrafos en francés mientras intentábamos apretujar a las chicas de nuestro curso al son de «Capri c’est fini», «Ma vie», etc. Era cuando nos transformábamos en patéticos gondoleros venecianos murmurando frases italianas sacadas de las canciones de Doménico Modugno, Jimmy Fontana y similares.

Nosotros, en Mahón, somos los que recordamos aquella nuestra U.D. Mahón de Martín Vences con Chicha, Robles, Sotoca, Bustillo, Acisclo, Massanet, Juan Manuel …y aquel Lorenzo, pequeño pero matón, que se enfrentaban al C.D. Menorca de Ramón ‘el Zorro’, Dot, Bou, Pito Pérez, etc.

Todos nosotros estudiamos en lengua española y nos ha ido estupendamente bien. Hemos derivado en lingüistas plurinacionales, cosa que no podrán decir los reos educativos actuales que, secuestrados por doctrinarios regionalistas, impiden una educación cosmopolita. Sí, somos los que aprendieron francés en el Instituto mientras el inglés lo aprenderíamos solos (o en compañía de…)    ‘en las calles’, tal y como hoy insinúan los nacionalistas que deben de aprender el castellano los niños menorquines: meramente de oídas.

Los estudiantes de hoy no tienen una fecha de referencia para celebrar su condición. Nosotros tuvimos el amparo de Santo Tomás de Aquino y de su celebración en el Club Marítimo de Mahón, después de disfrutar de unos primeros ginets furtivos en Ca’s Pintor y antes de gozar de unos festivales estudiantiles que rebosaban entusiasmo en una Sala Augusta que nadie preveía que la dejarían caer de vieja y abandonada.

Nosotros fuimos testigos de la llegada de los primeros turistas a nuestra isla y vimos como nuestra Roqueta cambiaba de piel al ver como pasaba de ser una tierra aislada y encerrada en sí misma a vivir una especie de reedición de lo sucedido en el siglo XVIII: la isla se convertía en un melting pot de culturas abiertas al mundo.

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NOSOTROS, ya superados muchos recuerdos de la guerra, disfrutamos de una Menorca estabilizada en las tres patas económicas que, durante décadas, identificaron a esta isla y la proyectaron al futuro.

Y también somos los que, atónitos, vemos como ahora se oculta la historia por intereses políticos bastardos mientras se manosea la toponimia histórica y tradicional de la isla y se impone una forma lingüística forastera en detrimento de nuestro menorquín. ¡Quina vergonya!. Nosotros somos los que ya podemos testificar sobre la reciente evolución histórica de nuestra isla que los más jóvenes quizás no atisban a saber apreciar principalmente porque se la han enseñado distorsionada y envuelta en un envoltorio ideologizado alejado de la realidad del día a día de lo sucedido. Y nosotros fuimos la última generación que admiró nuestra tierra en su estado natural antes de iniciarse la especulación urbanística tanto en los pueblos como en la costa.

Sí, formamos parte de una generación de españoles que ha vivido siempre en paz. Primero con el franquismo y luego con el añadido de los 40 años de la Transición y del desparrame autonómico actual. Debemos estar agradecidos. El resumen de los últimos 80 años de la vida menorquina podría ser: 40 años de franquismo y 40 de catalanismo.  Esa es la historia reciente de la isla y sus circunstancias.

2 NOTAS:

1- ¡Mamá, mamá, la tele dice que los camioneros nos matarán de hambre…! ¿Por qué son tan malos?

2- El contencioso sobre el topónimo de Mahón llegará al Supremo…..si hace falta. Una tramitación torticera y una ley forzada por intereses políticos oportunistas y momentáneos no pueden destruir, o mejor, prostituir, la ancestral historia de una ciudad. Ya se ha presentado el primer contencioso ante el Juzgado nº 2 de Palma. Seguirán otros.

3-    ¡Y Ucrania sigue resistiendo a pesar de Pudimos!

4- Persisten erre que erre en el error de la circulación del Puerto de Mahón. Otra obsesión que daña a la ciudad.

5- ¿Qué es más importante, la seguridad de las personas o unas algas escondidas en el fondo del mar? Una vida humana es irremplazable, las algas pueden crecer en otra parte. Ya vale.