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Hay quien opina que se publican demasiados libros. Pero sería antidemocrático coartar la libertad de expresión y poner trabas a la industria editorial. Mientras no te obliguen a leerlos o comprarlos, ya vale. Supongo que lo que se publica sufre, como todo, la ley inexorable de la selección natural (en este caso, cultural).

Llega la edad en que te das cuenta de que no puedes leerlo todo ni tampoco te conviene. Cuestión de alimentación sana (mental). Que la cuestión más importante no es ingerir sino digerir. Evitar la comida basura. O te pasará como a Don Quijote, que cayó en una locura transitoria para chanza y escarnio de cuerdos crueles.

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En momentos de exceso consumista se hace imprescindible tener criterio para elegir y aprovechar lo leído. Solo hace falta un manual para indecisos y personas perdidas o apabulladas ante la proliferación sin fin de lecturas, dada la imposibilidad de vivir el tiempo suficiente para asimilarlas o cribarlas, antes de que nos hagan daño. Separar el trigo de la paja. También se puede aplicar a la prensa esa medida de profilaxis, sabiendo que hay tanta información basura para consumo rápido.

El azar o la necesidad pone en mis manos «El arte de la guerra» de Sun Tzu, escrito antes de Cristo. Allí leemos: «Y así como el agua no tiene una forma estable, no existen en la guerra condiciones permanentes».

No sé si Putin lo sabe, o si Biden lo sabe… pero los chinos, seguro que lo saben.