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Puede que no leas estas líneas nunca. Si la última profecía relacionada con el fin del mundo se ha cumplido, ayer viernes 6 de mayo un meteorito de unos 130 metros se ha estrellado contra el planeta con consecuencias tan catastróficas como el último disco de Melendi. O peores. Por eso, me he llegado a plantear si realmente merece la pena invertir el rato que me lleva escribir esto pensando que quizás no se llegará a publicar nunca si el Armagedón nos pilla en la noche del viernes al sábado. ¿Te imaginas? En realidad, no sé a quién le hablo si la humanidad se ha ido al carajo.

Pero por si acaso, voy a cumplir con la obligación mínima no vaya a ser que el apocalipsis se retrase y te vayas a encontrar con una columna vacía. Menudo fiasco, ¿no? A saber, cuántos millones de años lleva esta roca flotando por el espacio para que, a la hora de chocarse con nuestro planeta, un fallo de cálculos haga que nos libremos de la catástrofe. ¿Tu sabes lo que cuesta organizar un fin del mundo en condiciones?

A ver, si me pongo en plan egoísta, ahora mismo me pilla fatal el apocalipsis. Tengo varias faenas que entregar, en 15 días tenemos la OTSO Trail Menorca Camí de Cavalls, y después de comernos el odioso otoño y el prescindible invierno, mejor si el Armagedón llega a partir del 1 de octubre, que nos dará menos pena.

A ver, bromas aparte, está bien tontear con la posibilidad de que una gran roca espacial impacte contra la Tierra porque tenemos una existencia tranquila que poco nos hace pensar que la catástrofe de los dinosaurios se vuelva a repetir. Pero, ¿quién sabe? Si sacan una película nueva de Batman cada dos años, ¿por qué no se podría dar un fin del mundo cada tropecientos millones de años? Lo mismo nos quedan unos pocos para que se dé el estreno en primicia. ¿Te imaginas?

Qué pereza volver a empezar de cero, ¿no? Ponte tú ahora de acuerdo en si los orígenes de la humanidad son como dice la Biblia o tiran más para la evolución, que nos jugamos millones de años de diferencia ¿eh? Tener una segunda oportunidad (o a saber cuántas extinciones llevamos ya), quizás serviría para ponernos más en serio en lo de reciclar, apostar por energías más limpias, respetarnos y tolerarnos sin tener que acabar a hostias o a disparos y aplicar más el Hakuna Matata. Quizás ese tendría que ser el mensaje que dejásemos a las generaciones posteriores, «vive y deja vivir». Bueno, eso y «prohibido dejar cantar a Melendi».

Por si las moscas, ha sido un placer. Que tengáis una buena eternidad y dejad la ventana abierta para que airee el Planeta. Y si no, nos vemos el sábado que viene.