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Roma es la sede central de una multinacional del espíritu y su nombre conlleva connotaciones religiosas, católicas para ser más exactos. Para los de mi generación el topónimo romano formó parte indispensable de nuestros estudios de historia. Fue cuando aprendimos sobre Rómulo y Remo, sobre las siete colinas de Roma, sobre sus césares y los emperadores de las diversas dinastías de su República (Augusto, Flavio, Tiberio, Calígula, Nerón, Claudio, Marco Aurelio…). Cuando supimos sobre sus senadores, sus filósofos, sus gladiadores, sus catacumbas,  sus termas, sobre la Guardia Pretoriana y las milicias romanas, sobre la Guerra de las Galias, sobre la Pax Romana... y sobre el cristianismo, en versión católica. Aprendimos la historia de la ciudad y su Imperio, y sobre todo lo que su cultura y su civilización ha significado para la humanidad occidental de la que somos deudores.

El nombre de Roma se nos incrustó también en nuestro conocimiento a través de las ‘películas de romanos’ de Semana Santa cuando admiramos las carreras de cuadrigas o cuando asistimos al incendio de la ciudad mientras Nerón (Peter Ustinov) tocaba dulcemente la lira... cuando asistimos a la revolución de sus gladiadores o contemplamos la «Caída del Imperio Romano». Con el paso de los años vimos también películas como «Roma, città aperta» de R. Rossellini o la «Dolce Vita» de Fellini que promocionó la glamurosa Via Veneto donde triunfaba Marcello Mastroianni, un actor italiano muy envidiado/admirado no solo por su trabajo profesional sino también por su larga lista de romances con las actrices más atractivas de la época incluyendo a una voluptuosa Anita Ekberg, la estrella sueca que deslumbró a toda una generación. También sabíamos de ‘Cinecittà’, una especie de Hollywood a la europea, donde se rodaron multitud de películas. ¿Y qué decir de «Vacaciones en Roma» («Roman holiday», 1953, de Billie Wyler) donde una joven gatita Audrey Hepburn jugueteaba con Gregory Peck y en la que sus escenas exteriores eran un recorrido por las más famosas referencias turísticas de la ciudad?

Todas estas fueron referencias de nuestra adolescencia y primera juventud, por lo que, cumplidos ya unos años de vida, uno decidió que no podía ausentarme de este «Mondo cane» sin pisar la ciudad que ha ocupado tantos momentos de nuestra vida. Ryanair, esa bendita compañía que actualmente une Menorca a tantos destinos que de otra manera serían imposibles sin transbordos ni pérdidas de tiempo, tiene un vuelo directo de Mahón a Roma las tardes de cada jueves con regreso los domingos también por la tarde. El precio ida y vuelta es de unos € 50/60 por pasajero. El vuelo dura alrededor de una hora y poco más y llegas a Fiumicino. Luego pisas ya la capital de Italia, con casi 3.000 años de historia y algo menos de 3 millones de habitantes, en algo más de media hora (con el Leonardo Express € 18,00, en taxi € 50,00). Hoy se da la paradoja de que muchas veces los transportes a y desde los aeropuertos a la ciudades son similares a los mismos costes de los vuelos.

En Roma los hoteles son caros, especialmente si quieres hospedarte en el centro. Pero vale la pena pagar un poco más porque en ese tipo de viajes de pocos días el tiempo es oro y es mejor no perderlo en transportarte de un sitio a otro. Si por ejemplo te hospedas en el Trastevere ya estás en zona de ambiente, aunque toda la ciudad es un espectáculo continuado con diferentes perspectivas.

El dilema a resolver es elegir qué hacer en los escasos 3 días que vas a pasar aquí. Y naturalmente, en una primera visita, priorizas los iconos más conocidos de la ciudad: El Coliseo, el Vaticano y su Capilla Sixtina, las escalinatas de la Piazza Spagna, la Fontana di Trevi, Villa Borghese, Il Foro, Piazza Navona, etc. Además tienes que decantar y reservar suficiente tiempo para degustar cómoda y plácidamente la cocina italiana y también para poder merodear, eso que a los franceses los convierte en ‘flâneurs’ (una palabra que me maravilla) es decir, esa forma de deambular, callejear, vagabundear por las calles sin rumbo fijo con el fin de respirar la ciudad más allá del circuito turístico al uso.

La primera impresión cuando pisas Roma es que visitas un museo inmenso (si Waldemar Fenn dijo que Menorca era un museo al aire libre, nosotros podemos afirmar que Roma es uno de los museos base de nuestra cultura -el otro es Atenas). Roma transmite eternidad y convicción. La historia es la base de la ciudad. En sus calles el arte te acorrala porque hay monumentos por todas partes que te rodean y casi te agobian. (Continuará).

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Notas:

1- Lo que más me impresionó del partido Real Madrid-City fueron los pantalones pitillo del Guardián de la Ola, el anticristo del madridismo. Ya entendemos la patética decadencia de Occidente.

2- Al Sr. Jaume Gelabert (escrito 4/5/22): Perdón, no existe la denominación de origen Mao-Menorca. Entérese.

3- Me encuentro en el American Bar con el Magistrado Bosch, siempre tan vital y preocupado por todo lo que nos rodea. Me concede valiosos consejos profesionales que agradezco.

4- El escultor y artista Rafa Trénor me invita a pasar una tarde en su casa. Hace casi 50 años que vive en Menorca. Su casa rezuma arte, cultura, exquisitez estética y conservadurismo menorquín. Rafa es un representante del Renacimiento humanista en nuestra época. Sus intereses son múltiples y apasionantes. Magnífica conversación y excelente whisky.

5- Varios e importantes proyectos de inversión están paralizados en la Isla por mor de los complejos que algunos sufren contrarios al desarrollo. La guadaña «ecolotrágica» siempre al acecho.

6- Espiar no es igual a vigilar. Se vigila a delincuentes para que no vuelvan al delito.

7- Después del discurso de Feijóo ante los fenicios del Círculo Ecuestre surgen razonadas dudas sobre el acierto de su proclamación como César del PP. Mientras, Ayuso ya espera su turno.