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Leí hace ya varios días (mis quehaceres tabernarios me han impedido reaccionar con mayor celeridad) ciertas declaraciones de nuestros gobernantes locales que me dejaron algo perplejo.

El asunto tiene su origen (y su tragedia) en el especialmente bello e idiosincrásico puerto de Fornells. En general considero que el casco antiguo de Fornellls es una maravilla que pone de manifiesto lo que es capaz de crear el pueblo llano, ayudado por un cuñado fontanero, un amigo payés que entiende de albañilería y el sentido común (tendente al disfrute de la vida sin grandes alharacas) del menorquín de cuando las fotos eran en blanco y negro que se adapta al terreno y crea un poco al azar espacios llenos de encanto por los que al pasear el homo sapiens actual (tendente a Instagram) no puede sentir otra cosa que gratitud, asombro y admiración.

Resulta que en ese entorno envidiable y envidiado, algunos menorquines de foto en colores están perpetrando un desaguisado en forma de mamotreto que se carga tanto el encanto como el espíritu del enclave con una efectividad demoledora.

Esto en sí mismo no me produce desconcierto. Al fin y al cabo la demolición de las casetas de vorera (tan cargadas de encanto en su mayoría ) está o ha estado en la agenda de algunos negociados con mando en plaza. También vimos florecer mamotretos (hoy en estado vegetativo) en nuestra principal carretera y aún convivimos con ruinas en el Fonduco mahonés, inmersas desde siempre en procesos kafkianos. En general podríamos decir que existen varios ejemplos (que recordar no quiero) de presuntos fiascos institucionales.

Vayamos pues a lo sí me produce desconcierto.

Unas declaraciones leídas en «Es Diari» pondrían en boca del conseller de Movilidad y Territorio la intención de buscar una fórmula para «compensar» a los negocios de Fornells por unas obras molestas (admite), que se hacen con el fin de mejorar Fornells (matiza).

Aquí aparecen dos pequeños problemas que constituyen el núcleo de mi inquietud.

El primero se concreta en la dificultad de    comprender en qué mejora Fornells con la instalación de ese distópico edificio que irrumpe como elefante en cacharrería en el pintoresco paisaje anterior al parto, no exento de reputado glamour por sus    terrazas y paseo marítimo. No está (por añadidura) documentado que este descalabro paisajístico se haya producido con el apoyo de los habitantes de Fornellls (presuntos beneficiarios de la dudosa iniciativa).

El segundo problema radica en un matiz que no deja de ser relevante.

¿Quien va a «compensar» a los negocios por la (déjenme llamarla cariñosamente) «cagada»?

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La respuesta a esta inquietante pregunta tiene dos posibles soluciones, como algunas ecuaciones.

a) La compensación la aporta solidariamente de su bolsillo el equipo que con toda probabilidad se ha equivocado tomando una decisión errónea.

b) Lo pagamos tu y yo, querido lector, a la vez que contribuyente.

En Suiza tienen la sana costumbre de preguntar antes a los afectados cuando se trata de tomar medidas de calado.

En España, por ejemplo, no.

Creo recordar que en casos fallidos anteriores, tipo Cesgarden, rotondas con gatillazo, asuntillos poco edificantes por la zona de Sant Lluís etc, acabamos pagando los contribuyentes.

Ahora voy a hacer una pregunta nada retórica.

¿Qué pasaría si se preguntase a los afectados antes, y no después, de abordar cambios relevantes en su entorno?

Pienso que quizás evitaríamos meteduras de pata, con el consiguiente desgaste electoral y despilfarro públic o - esqueletos pagados a escote por los contribuyentes no faltan- que suele suponer la falta de sintonía con el clamor popular en ciertas ocasiones. Quizás suceda lo mismo en Fornells y acabemos en el futuro con un nuevo bodrio con vistas a la bahía, un despilfarro económico y un descalabro electoral.

Decía alguien refiriéndose a Arafat que jamás perdía la oportunidad de perder una oportunidad.

Pues eso.