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La recuperación laboral esta temporada en Menorca es un hecho. Iniciado junio, solo hay que echar un vistazo a los anuncios de ofertas de empleo que abundan en distintos medios, la verdad, una alegría después de los últimos dos años. Los empresarios sin embargo advierten de que les cuesta cubrir las plantillas, muchos empleados que venían de fuera no encuentran vivienda, un obstáculo añadido a la realidad de una economía estacional y focalizada en los servicios. Mientras tanto 2.321 personas siguen inscritas como desempleados, un paro que se cifra en el 6% y que muestra el desajuste entre la demanda del mercado y la formación o expectativas de los demandantes. Nos acercamos, solo en verano, al deseado pleno empleo, escenario teórico en el que todo aquel que quiera trabajar y se encuentre en edad laboral puede hacerlo. Nunca puede lograrse ese punto ideal, porque siempre existirá según los expertos paro estructural debido a los ajustes del mercado -y venimos de uno muy importante, el de la pandemia, con muchos trabajadores forzados a cambiar de sector-, y el paro friccional, el de las personas que dejan un trabajo porque quieren cambiar a otro, mejorar, estudiar, reciclarse, cuidar a familiares o simplemente buscan algo en lo que poder desarrollarse como profesional y como persona. Los perfiles anunciados estos días son muy concretos, los más numerosos son de camarero, cocina, limpieza, u oficios que se han ido dejando, maquinistas, obreros, electricistas, fontaneros. Hay generaciones de jóvenes menorquines que no se han formado para ellos, y que se van. Del lado de los empleadores, tal vez no interesan los mayores de 50 expulsados del mercado, o los que quieren trabajar pero no tienen una experiencia, el estrés turístico obliga a funcionar rápido. 2.321 parados en pleno verano es un dato difícil de analizar. Lo que no se puede es meterlos en el saco de los vagos, decir aquello de ‘quien no trabaja es porque no quiere’, habrá 2.321 razones, tantas como personas.