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Hola de nuevo queridos lectores, hoy no les voy a preguntar cómo se encuentran, sencillamente voy a desear que se aproximen lo máximo posible a ese estado de felicidad que nos da el «estar tan panchos». Así que anden en lo que anden, tengan ganas de salsero o por el contrario de sofá y silencio, estén más por cagarse en todo lo que se menea con rabia y rebeldía, o de respirar hondo y seguir camino sin grandes aspavientos, mi deseo para con ustedes es que estén con las pulsaciones en su sitio. Si tu corazón late al ritmo que debe, te mantienes alejado de estreses, presiones y prisas innecesarias que tan malitas son para la salud y para tomar decisiones.

Después de un primer párrafo de deseo sincero, aunque haya quedado un poco Mr. Wonderful, quiero comentar con ustedes un tema que me va rondando desde hace tiempo: ¿estamos preparados para vivir sin dioses? Calma, calma, voy a intentar explicarme lo mejor posible, que seguramente no será mucho, después del punto y aparte.

A lo largo de la historia la Humanidad siempre ha contado con dioses, dioses que explicaban los fenómenos que no podíamos entender, dioses a los que rezar para conseguir fuerzas en la batalla, para pedir protección o consuelo. Dioses a los que rezar para que dieran sentido a una corta, y normalmente dura, vida. Dioses con los que comer un banquete infinito en el Valhalla, con los que convivir en un cielo con nubes de algodón protegidos del infierno y del diablo, con los que vivir una vida eterna cuando nos descarnemos porque para eso hemos construido pirámides, catedrales, mezquitas o templos en su honor. Dioses que nos acogerán en su seno porque para eso les hemos hechos grandes ofrendas, nos hemos sacrificado por ellos, hemos hecho todo lo que nos han mandado y sabiendo que hemos sido buenos, tenemos garantizada la entrada en sus reinos, donde todo nuestro sacrificio será recompensado y viviremos como ellos, o sea, como dios.

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Vale, mambo con todo eso, pero llega el loco carioco de Friedrich Wilhelm Nietzsche y nos da la noticia de que dios ha muerto, al carajo, y que a partir de ahora los hombres se han de buscar las castañas y el «sentido de la vida» ellos solitos, y que para tan ardua tarea hace falta que demos un salto para ser superhombres, no en el sentido nazi que le dio el tirano genocida de ridículo bigote y líder resucitado de toda esa nueva horda de fachitas, sino en el sentido de ser más fuertes para no buscar referentes fruto de la imaginación.

Y a pesar del martillazo que metió el filosofo alemán, muchos siguen en las religiones como fieles creyentes, allá ellos, mientras no intenten imponernos a nosotros su creencias, me parece bien que sigan pagando a sus sacerdotes espirituales para que les guíen. Pero los que escuchamos a Nietzsche quedamos huerfanitos porque no sabíamos estar sin brújula, o solo con la brújula de la razón. Por eso se endiosa a cantantes, deportistas, tik tokers, superhéroes de ficción, o cualquier otra cosa, más o menos friki, que nos ayude a ir tirando por este desierto sin seres divinos ni promesas de vidas eternas y mejores.

Una vez más, cada cual con su camino, pero respetando el paso del otro, que las hostias siempre caen del mismo lado y eso ya cansa. Si yo me hago un pequeño altar con las botellitas vacías de la cerveza menorquina Grahame Pearce, la mejor cerveza del mundo, exijo respeto, unos con sus dioses, otros con nuestro lúpulo, vamos a llevarnos bien, último aviso. Feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com