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Hay gente en Estados Unidos que está completamente tarada. Al margen de aquellos que siguen defendiendo lo de tener armas en casa y poder comprarlas sin apenas restricción en los supermercados, entre las galletas y los desodorantes, les acaban de adelantar en chaladura los que, para proteger a los alumnos han decidido dotar de armamento y formación al profesorado para que, cuando se repita la enésima barbarie, los profesores y las profesoras se pongan en plan Rambo y salven a toda su clase. ¿Tú te crees?

En el continente nuevo siguen erre que erre pensando que el problema no son las armas. Siguen a lo suyo creyendo que si tienen armas se podrán defender de aquellos que tienen armas. Y, la verdad, es que yo en el instituto era muy malo en matemáticas y en sintaxis, pero si a la anterior frase le quitas el concepto «armas», todo se calma y se relaja un poco, ¿no crees?

A Estados Unidos le sobran precedentes para sentarse de una puñetera vez por todas a cambiar una ley con respecto a las armas que, en lugar de hacerlos más fuertes, los hace más vulnerables. Cada vez hay más chalados y chaladas, aquí, allí y por todas partes, pero si en lugar de complicarle el camino a las armas se lo pones más fácil, puede que el individuo de turno, en su última visita al supermercado, tras coger el suavizante y las croquetas, le dé una enajenación mental transitoria que le haga cargar también en el carro una ametralladora y su munición, para mandar a tomar por saco las derivadas, los nombres de los ríos y a sus compañeros de clase.

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No sé, piénsalo, puede que, a menor número de armas, menor sea la posibilidad de que se produzcan masacres estudiantiles y masacres en general. Pero a las cabezas pensantes de EEUU ya les va bien mientras los cabreados se desfogan en las aulas en lugar de hacerlo en el Congreso, donde los que tendrían que hacer algo al respecto siguen con la cabeza metida en el culo. Suyo o ajeno, da igual.

Porque son unos auténticos pedazos de mierda. Como políticos y como humanos. Porque tienen tan cerca la solución y, de una forma tan fácil, que se merecen la peor de las torturas, a diferencia de todas las familias que han perdido y, sobre todo, las que perderán a sus hijos en la próxima barbarie escolar.

dgelabertpetrus@gmail.com