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El Congreso ratificó el día 9 de forma prácticamente unánime el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo, que obliga a ampliar derechos laborales a las trabajadoras del hogar y los cuidados, entre ellos, la prestación de desempleo, conocer por escrito las condiciones de su trabajo, o cosas básicas como el control de las horas de presencia. Derechos como los del resto de trabajadores pero de los que se excluía a las empleadas domésticas al estar enmarcadas en un régimen específico de la Seguridad Social. La ratificación de dicho convenio llega con una década de retraso, ya que es de 2011, y forzada por el Tribunal de Justicia europeo, que dictaminó esta situación como discriminatoria. De todo ello supimos en Menorca por algunas de las protagonistas del activismo para dignificar su trabajo, participantes en un reciente foro del Consell. Ofrecieron testimonio de situaciones que no dudaron en calificar de encierro, maltrato psicológico y moderna esclavitud en los peores casos, y de clara desigualdad laboral en los mejores. La votación fue histórica para el colectivo, aunque eclipsada por otros titulares. En realidad el trabajo dentro del hogar siempre ha sido infravalorado, pese a ser necesario y fundamental para el otro empleo, para el que se ejerce fuera de casa, para la economía y la sociedad. Son mayoría las mujeres que lo han realizado y siguen haciéndolo sin contar horas ni escatimar dedicación, y si además trabajan fuera y no tienen ayuda, con una apretada agenda paralela en su cabeza sobre la organización familiar y doméstica. La aprobación de este convenio pone fin a una injusticia evidente pero ahora requiere reformas y adaptaciones normativas para que se cumpla. Este no es solo un paso adelante de las trabajadoras del hogar, sino también en cierto modo un reconocimiento a todas, madres, abuelas, una legión de mujeres que nos han cuidado, alimentado, sustentado nuestras vidas sin cotizar ni ponerse un solo día de baja.