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También era un miércoles como hoy el día de las primeras elecciones de la actual democracia. Hace 45 años y solo pudieron votar los que hoy tienen de 66 en adelante, aunque lo recuerdan los jóvenes y niños de entonces, quienes participaron irremediable y entusiastamente de la atmósfera de libertad sin ira que invadió el ambiente, todos los ambientes. Se abría un mundo nuevo y una etapa de progreso como nunca ha conocido este país.                                               

Me gusta recordarlo para aquellos que siguen con la memoria, el discurso y el rencor que ha anclado en el alma de muchos la desgraciada guerra civil por razones familiares o simplemente ideológicas, que son las más. En la campaña de las elecciones andaluzas se han oído todavía alusiones a víctimas y culpables, un flojo argumento para quien no tiene nada que ofrecer para el futuro.

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No es anecdótico, hay partidos nuevos que no perdonan el pacto de los viejos en su apuesta por la conciliación nacida en aquellos tiempos. Ni siquiera la cultura del pacto tiene recorrido ni aun en tiempos revueltos como los que vivimos en materia de precios y política exterior.                                               

Después vendría la elaboración de la constitución y el referéndum para su aprobación, pero la fecha clave es sin ninguna duda el 15 de junio de 1977, que debería ser fiesta grande. El respaldo popular a la constitución año y medio después de aquella primera convocatoria a las urnas le robó el protagonismo y es el hito de la etapa política que todavía hoy disfrutamos con las tiranteces lógicas que provoca la convivencia.

Hoy se discute cada vez más la constitución, superada en muchos aspectos por el paso del tiempo, desfasada en otros y cuestionada en algunas soluciones que, vistas en perspectiva, han sido poco afortunadas. La tarea era demasiado vasta, el mapa institucional debía construirse de nuevo y Herrero de Miñón, Roca Junyent y compañía hicieron lo que pudieron, un buen trabajo.