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Este domingo con acento andaluz me trae a la memoria un viaje que emprendimos tres amigos el año 1975, con mochila y saco de dormir. Creo que éramos adolescentes. Queríamos encontrarnos con Joaquín, un amigo común, y con dos chicas malagueñas, Cristina y Lourdes, con las que habíamos iniciado una relación epistolar. Amistad por correspondencia. No existía Internet, ni móviles, ni siquiera la Constitución. No existía todo lo que vino después, como suele pasar siempre.

Estuvimos en Almería, Málaga, Granada (recuerdos de la Alhambra). Tenía entonces 17 años y son experiencias que no se olvidan. Incluso se difuminan, se agrandan, se precisan en la memoria gracias a unas fotos en blanco y negro que dan testimonio de aquellos días maravillosos donde me veo con la guitarra a cuestas y la sonrisa ancha. Viaje de iniciación donde aprendíamos a volar solos. La vida se va haciendo sobre la marcha. Leonard Cohen y su «Passing through». ¿Se hacen viejos los viajes?

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Este domingo con acento andaluz me recuerda otro viaje que hice con mi mujer a Córdoba, hace unos años. La Mezquita-Catedral, el salmorejo, el puente romano… y otro a Sevilla con nuestro hijo, Javi. La Torre del Oro, la Plaza de España, el parque de María Luisa y los paseos junto al río, el tablao flamenco…

No sé por qué, este domingo recuerdo viajes ya hechos, viajes de los que ya he vuelto, lugares con encanto, mientras todo tiene hoy un bonito acento andaluz.