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Sarna con gusto no pica, ni la comida de perro tampoco. Me contaron una vez que a cierto señor, por hacerle una broma, le invitaron a una merienda y le dieron una rebanada de pan untada con comida de perro. El señor, ni corto ni perezoso, se comió toda la rebanada, y parece ser que le gustó tanto que luego pidió otra. No creo que lo hiciera para fastidiar a los bromistas, pero podría ser. O a lo mejor era probador de comida de perros, que es un oficio muy bien remunerado. Les llaman «degustadores de comida para mascotas» y pueden llegar a ganar más de sesenta mil euros al año. Las empresas que fabrican alimento para perros dicen que sus productos no son dañinos y que los catadores deben informar sobre el sabor, la dureza, la consistencia y la calidad de sus productos. Dicen que los mejores catadores están dispuestos a probar diferentes tipos de comida para perros y para gatos, y que todo consiste en tener buen paladar. No sé yo si sus esposas deben de fiarse cuando en casa les dan a probar el arroz, las croquetas o las albóndigas, que nunca les sabrán igual que las de perro. En todo caso, si un día no tienen tiempo de cocinar, igual les dicen: «En la despensa hay un buen surtido de latas de paté y carne con salsa para el perro, tú mismo, ábrete la que te apetezca».

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Pero existen otros oficios raros y bien remunerados: probador de olores, dentista de caballos, ondeador de banderas, paseador de patos, recogedor de pelotas de golf bajo el agua, balanceador de dados… Dicen que Joan Manuel Serrat antes de triunfar como cantante era sexador de pollos. Difícil. No sé cómo se hace lo de mirar el sexo a los pollos, pero sí sé que el femenino de «pollo» es «polla»: «Gallina nueva, medianamente crecida, que no pone huevos o que hace poco tiempo que ha empezado a ponerlos» según el diccionario. También sé que el probador de olores no solo prueba perfumes y vinos, sino cientos de axilas para probar desodorantes. Se necesita un agudo sentido del olfato y un título en química y algunos pueden llegar a ganar sesenta mil dólares al año. Me imagino que cuando se trata de escoger novio o novia estos profesionales andarán oliendo el cuerpo de los candidatos como si de un perro sabueso se tratara. Pienso que para ese otro oficio, dentista de caballos, no se necesitará tener la vista muy fina, porque los dientes de los caballos suelen ser del tamaño de una ficha de dominó. Una cosa que me intriga: ¿cómo les hacen leer las letras a los oculistas de animales?