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A Juan Cubas, que con su bonhomía y talento, desde los escenarios, sí educa, sensibiliza y deleita a tantos y tantos... Con mi gratitud, admiración y afecto…

El Excmo. Sr. ministro de Educación (todavía no totalmente perdida) o la Excma. Sra. ministra de Educación o el Excmo. Sr. Lelo y Lerdo en la Materia o la Excma. Sra. Lela y Lerda en la Materia asiste hoy (sin saber muy bien el porqué) a un Congreso de Contables y Contablas. Aburrido/a le da (de saberlo, en los vasallos cundiría gran sorpresa) por pensar… Piensa, sí, en su próxima Reforma educativa (decimosexta edición a la espera de la siguiente, revisada, disminuida y empobrecida). Mientras los contables y contablas efectúan indescifrables monólogos sobre el arte del saber sumar y restar, el Analfabeto/Analfabeta sopesa, seriamente, suprimir, entre otras, la Literatura Castellana anterior al advenimiento de su partido redentor al poder. «¿A quién le importa, a la postre, don Fernando de Góngora, don José Quevedo, don Luis de Vega o don Jaume Cervantes?» –se dice a sí mismo/a sí misma-. «¡Donde exista un buen rapero –¿o será ra-pedo?- induciendo al crimen, que se aparten los/las demós/demás/!» –se añade en silente soliloquio-.       

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En el palco, asesores/asesoras se apretujan emulando el famoso camarote de los hermanos Marx… Si alguien vocalizara tamaña comparación ante    el Excmo. o la Excma., éste/ésta mostraría probablemente    su sorpresa: «¡Ah! ¿Pero Carl Marx tuvo hermanos?» El Lelo/la Lela, al verlos/verlas (a los asesores, a las asesoras), se tranquiliza. Ellos/ellas sí tienen puñetera idea de lo suyo… «¿O no?» –se inquieta, al percatarse de que Johnny, su primo, un imbécil integral, por oculta razón de consanguinidad, metió baza y ocupó plaza, sin tener traza-. El Lerdo/La Lerda se autoconsuela convenciéndose, a la postre,    de que los súbditos,    y gracias a sus excelentísimos y a sus excelentísimas predecesores/predecesoras, no entienden de música (como de casi «ná») y de que, consecuentemente, les importará un «kínder» si la orquesta desafina… El ministro/La ministra se tranquiliza… Su preocupación reside ahora en empollarse lo que le han mandado. A saber: «Por Orden del Ministerio X, 5186/2001 por el que se aprueba el Código del Buen Gobierno…» ¡Buen gobierno! El ínclito varón/la ínclita varona, afortunadamente, no sabe en qué consiste un sarcasmo… «El punto sexto prescribe «el tratamiento oficial de los miembros del gobierno y de los altos cargos…» –sigue recordando él/ella-. ¡Eso, eso, que no la E.S.O. es lo que debe preocuparle! ¡El tratamiento oficial! ¡No en vano uno/una ha de hacerse respetar! ¿O no? El Lerdo/la Lerda desconocerá, of course! (¿of course?) lo dicho por Gracián: «El respeto ha de conquistarse, pues jamás ha de ser mero objeto de gratuita donación»…

Los contables/las contablas siguen, por su parte, con sus peroratas congresuales… Presente/ausente, el Sr.Lerdo/la Sra.Lerda regresa a su reforma, en ciernes, del sistema educativo. «¿Qué tal un módulo de Segundo Grado titulado: «No haga usted el gilipollas, no estudie, métase en las juventudes de cualquier partido y medre»? –medita-. «¿Asignaturas? En esa tesitura bastaría –continúa diciéndose- con dos: «El arte del peloteo y la sumisión» y «Sobre la incomodidad de la ética.»

Muchos/muchas han sido los ministros/las ministras –de color diverso, pero idéntico comportamiento- habidos/habidas. Muchos los palcos. Muchísimos los lamedores mudados en asesores. Muchos (¿todos?) los que desconocían la materia que gestionaban. Muchos los fracasos. Muchas las incapacidades. Muchas las yermas oportunidades de llegar a acuerdos en materias de especial relevancia (sanidad, educación, tercera edad, movilidad, dependencia). Muchos los… ¿El pueblo? ¡Ah! ¡Eso! Pues ahí está, modosito, tragón (que no faltón), desactivado, ciego, sordo y sin capacidad de reacción. Al fin y al cabo de eso era de lo que se trataba. ¿Quién podrá decir, por tanto, que los ministros/las ministras no fueron eficaces, real y tristemente eficaces?