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Dicen que esta vez Pedro Sánchez acierta. Nos espera un otoño muy complicado, cuando Estados Unidos entre en recesión técnica y Rusia cierre la llave del gas, y se formen dos tsunamis con Europa en el centro.

Basta escuchar los informes de algunos asesores financieros. Ellos miden la economía desde la óptica de la oportunidad. Por eso utilizan frases incomprensibles para los que sólo piensan en la bolsa del supermercado y no en el Nasdaq, en el desplome de las acciones de Amazon o del valor del bitcoin. La hora más oscura es la que precede al alba. Sólo cuando baja la marea se sabe quién nadaba desnudo. Compra en el rumor y vende en la noticia.

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La economía sólo parece apta para los adivinos. Ese otoño tenebroso llegará a Menorca después de la mejor temporada turística de la historia, la que gana la partida a la estacionalidad y la que consolida la masificación. Una masificación que no es consecuencia de los hoteles de costa ni del low cost, sino del alquiler turístico que la Administración es incapaz de controlar. Ahora apuntamos las críticas hacia el turismo de calidad mientras crece la antipatía a la colonización francesa y a los nuevos propietarios.

Parece que la economía global va a dar una patada en el trasero de la economía local. Ni la lluvia de millones que se esperaban de Bruselas puede servir de paraguas. Además también parece que desde una pequeña isla que lleva años caminando en una senda de éxito nada se puede hacer para evitar la crisis que se anuncia. Sobre todo cuando el éxito empieza a percibirse como un fracaso. Si desde aquí nada podemos hacer para bajar el precio del gas, ni para que el bitcoin se recupere, ni conseguimos financiación europea para nuestros grandes proyectos transformadores, al menos podríamos consolidar lo que se ha conseguido. Quizás un asesor de frases ingeniosas nos definiría como la economía del cangrejo.