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Hay que hacer un ejercicio de memoria histórica para encontrar una inflación tan desatada hacia arriba y tan generalizada. Parece de ciencia ficción que un vulgar melón haya subido el precio hasta doblar lo que costaba el año pasado por estas mismas fechas. La gasolina la estamos pagando a más de dos euros o lo que viene siendo lo mismo, a 333 pesetas el litro, de manera que coger el coche, más que una costumbre o una necesidad, nos lo han puesto a precio de lujo, que pudiendo hay que empezar a evitar. A propósito, se está empezando a robar la gasolina a los coches que permanecen aparcados toda la noche. El modus operandi parece sencillo para los chorizos: consiste en agujerear el depósito o destrozar el tapón de relleno. Corregir en un taller estas averías más el monto del combustible sustraído, se pone ya en un dineral. Pero estamos ahí señores políticos. Hoy no hay ningún producto de los cotidianos, de llenar la cesta para que la familia coma, que no haya subido. La terrible inflación no hay que achacarla solo a la guerra de Ucrania o a la pandemia; que sí, que tienen su culpa pero no toda.

El aceite de girasol ha subido una verdadera barbaridad, siendo como es, básicamente, aceite de la última cosecha, porque la cosecha actual está aun por procesar y no es lo único que no tiene una causa efecto justificada para haber subido tanto. Lo que pasa es que aprovechando que «el Pisuerga pasa por Valladolid», los precios se han disparado, los productos del campo ahora que estamos en plena campaña veraniega: pepino, tomate, pimiento, berenjena, fruta y hortaliza en general, en España llega al consumidor lastrada por tanto intermediario. Mírese lo que cobra el payés y lo que paga el ama de casa por un kilo de patatas.

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En algunos productos la inflación está siendo un escándalo y los salarios no son los culpables de ello pues siguen siendo tan escasos, tan pobres, que sería un grave error culparles de la inflación. El gobierno y el conjunto de la oposición, en vez de «y tú más», mejorarían en poner «pie en pared» ante la inflación que está llevando a la pobreza a los ciudadanos que    a la postre, señores políticos, son quienes les eligen a ustedes y quienes les pagan para que se pongan las pilas en el oficio de procurar que la ciudadanía no pase por los apuros que está pasando dejándola día a día peligrosamente depauperada.

No quiero ser agorero, catastrofista, pesimista o aguafiestas, pero la ciudadanía ya viene observando que algunos políticos creen que con ir al Congreso ya han cumplido. Pues miren ustedes, no, ni mucho menos, porque ustedes tienen leyes para corregir los desmanes y si no las tienen, créenlas en vez de estar mano sobre mano o aun peor, «tirándose los escaños a la cabeza» mientras la inflación está por las nubes. Quizá por eso quiero decirles que la situación a la que se ha llegado, aparte de seria es también políticamente peligrosa.

¿Saben ustedes que por el camino que llevamos se va directamente a una explosión social? Si lo prefieren pueden leer huelga general. ¿Saben lo que significa que la ciudadanía se levante una mañana y se desayune con un «hasta aquí hemos llegado»? Hemos demostrado ser un pueblo con aguante pero todo, señores míos, tiene un límite, la inflación lo está poniendo a prueba. La ciudadanía es cada día más pobre. ¿Cómo explicar que algunos ricos sean cada día más ricos? Tal cual vamos estamos destinados sin remisión a que la ciudadanía diga cualquier día de estos «hasta aquí hemos llegado».