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Parece un mandamiento nuevo, pero aburrirse es una experiencia tan humana como enamorarse. Si el amor nos hace felices y altruistas, aburrirnos produce fastidio y una sensación angustiosa de pérdida de tiempo. Por otra parte, el aburrimiento puede ser el caldo de cultivo de grandes obras maestras, hazañas, descubrimientos. Todos los sentimientos humanos tienen, en el fondo, una función beneficiosa o adaptativa. Para salir del tedio somos capaces de inventar cualquier cosa. Si estamos demasiado atareados o estresados, no nos queda espacio mental para pensar, elucubrar o inventar nada. El ocio es un privilegio que hay que saber valorar en lo que vale. Del ocio puede salir incluso un buen negocio.

Luego está la diversión obligatoria. Ese vivir para contarlo. Vivir de cara a la galería. Queremos enseñar, compartir, que nos vean, que nos envidien (¿alguien se ha hecho un selfie estando serio?). A veces viajamos, no por el valor de lo que encontramos en otros lugares, sino para poder decir: yo estuve allí. Nos damos mucha importancia en un mundo sin referentes externos que nos hagan sombra. Somos tan egocéntricos que ofuscamos a los demás, por méritos que tengan.

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Hay que combatir el aburrimiento. Muchas lecturas y grandes pensamientos han surgido del tedio más insoportable. También comprar nos alivia o la creciente oferta de espectáculos de todo tipo.

Aburrirse está mal visto, pero no es nada malo. Ser aburrido es aún peor.