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La pandemia, la guerra de Ucrania, han traído la inflación, pero, curiosamente, también han hecho que aflorasen en las más prestigiosas salas de subastas los millonarios compradores de arte, que no tienen ni tono ni medida a la hora de pujar por una obra, con cifras obscenas, cantidades escandalosas.  Fíjense, hace unos días se pagó por una serigrafía (la serigrafía es una técnica de impresión) de Marilyn (Shot Sage Blue Marilyn 1964) la astronómica cifra de 185 millones de euros.  Está inspirado en una fotografía por Andy Warhol. ¿En cualquier caso, cómo puede ser posible que por un Warhol se pagaran 2 millones de euros y 8 años más tarde se pagasen 24 millones? Asombrosa plusvalía sin duda, solo es posible en el disparatado mercado del arte.

El escandaloso precio de la serigrafía de Marilyn, se subastó en la Sala Christie’s de New York. Esa cantidad deja atrás 279,3 millones de dólares que se desembolsaron el día 15 de mayo de 2015, también en New York y también en Christie’s, por Les femmes d’Alger, 1955 de Picasso, según nos cuenta Miguel Ángel García Vega en su artículo: «Warhol todavía sacude un mercado hambriento».  En mi opinión, más que mercado hambriento, lo que sí hay es un elevado número de multimillonarios, que no saben en que emplear los millones que tienen, hombres como Yusaku Maezawa, que pagó hace 6 años    54,4 millones de dólares por un Basquiat que lo subastó en Sotheby’s y lo subasta de nuevo ahora por 60,5 millones de dólares, 12 millones más caro.  Tampoco está mal la plusvalía.    Aquí hablamos de millones como si lo hiciéramos «de pelos de cochino» ¡qué barbaridad! Mientras tanto, algunos, y no pocos, se sienten afortunados por seguir siendo mileuristas, o el mundo es injusto o el mundo está cada vez más loco, o ambas cosas a la vez, que a lo mejor es eso.  Que una serigrafía de Marilyn sea la obra por la que más se ha pagado, estamos hablando de una obra del siglo XX, y la verdad es que después de mirar una y otra vez la multimillonaria obra, me confieso incapaz de ver justificados los 185 millones de euros. Pero, ¿es que nos hemos vuelto locos?

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La obra pictórica del mercado actual está más que valorada, sobre todo en algunos artistas.  También la mujer ha encontrado su paraíso en las salas de subastas, y fíjense que me refiero a pintoras que apenas tienen 30 años y ya tienen obras millonarias.    Para semejante éxito, nada como que las dos grandes salas de subastas del mundo, subasten una de sus obras, donde curiosamente, no suele estar presente ni el autor-autora y tampoco quien está pujando por la obra, ofertando una verdadera millonada.  A esas subastas acuden los expertos, en los que confían los que manejan el dinero,  en nombre de coleccionistas o espabilados que en puridad lo que hacen es invertir en arte.   Fíjense en el ejemplo del industrial Yusaku Maezawa, que pagó por un Basquiat, 54,4 millones y lo ha subastado en Sotheby’s. 6 años más tarde por 66,5 millones.  Eso a mi mejor manera de entender, no es ni amor al arte ni coleccionismo, sino pura especulación comercial.

Bienaventurados los que tienen centenares de millones y se pueden dedicar sin ningún trabajo, casi como en un juego, a aumentar su fortuna con una mera transición comercial.  En cualquier caso, en este puñetero mundo del capital, tan espantosamente mal repartido, es cada vez más abundante el afloramiento de millonarios, y no es fácil entender que precisamente en tiempos de guerra, de pandemias y penurias económicas, haya gente amasando millones.

A esos malos tiempos bíblicos, José lo llamó en Egipto, tiempo de vacas flacas.  Pues en este mundo actual hay quienes se las apañan en reconvertir vacas esqueléticas en vacas a boca de reventar de gordas.