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Reinas hay muchas, pero The Queen solo había una. La muerte no hace excepciones y tal vez sea bueno que sea así. El investigador Carlos López-Otín nos recuerda en la entrevista que le hacen en «Es Diari» el martes y 13, que somos frágiles y que vivimos de milagro. El intento desesperado por dar continuidad a la historia, por unir a tanta diversidad en una convivencia pacífica, por evitar enfrentamientos y guerras que sirven para imponerse sobre otros más débiles… han sido factores importantes para que algunos pueblos se organizaran como monarquías parlamentarias.

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Hoy muchos son incapaces de comprender el valor de los símbolos permanentes, instituciones que están por encima de las personas concretas que las encarnan o representan. Por encima de las luchas partidistas. Sometidos a una Constitución como garantía frente a los abusos y atropellos. Pero hemos perdido sentido histórico en aras de la inmediatez y la individualidad exacerbada. El maniqueísmo infantil y el consumismo compulsivo nos incapacitan para entender lo que está pasando en el mundo. No saber de dónde vienes, no saber a dónde vas. Lo único importante parece ser salir en la foto o en el vídeo. Instantánea que amputa el ayer y el mañana, que empobrece y pierde perspectiva.

La muerte me recuerda la expresión utilizada en las comunicaciones por radio para indicar el que cede la palabra que ese es su último mensaje y que corta la comunicación por su parte.