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El Caso Milà, de vertido ilegal de restos animales en una celda de la planta de residuos, que deberían haber sido incinerados, descubre algunas debilidades de la Isla.

Constata que nuestra Reserva de Biosfera está muy lejos de ser un buen ejemplo en materia de gestión de residuos, con un modelo prorrogado con la nueva concesión. Pese a las mejoras en el tratamiento y recuperación, se sigue enterrando demasiado y además faltan medios de control de la basura que entra en la planta. La aparición de restos de animales procedentes del matadero de Maó es una prueba de ello. Parece evidente que existe una relación de causa efecto entre el desproporcionado precio de la incineración y los vertidos incontrolados de vísceras y partes de animales muertos.

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La otra constatación es que el servicio de matadero sigue en precario. Las gestiones en tiempos de la consellera Tuni Allès para la construcción de un matadero insular, previsto en el PTI, fracasaron por los elevados costes y los planes se aparcaron. Las polémicas que alimentan el enfrentamiento localista entre Ciutadella y Maó nunca obtienen buenos resultados. Ahora, los dos mataderos sobreviven de forma precaria. El problema de los sandachs, subproductos animales no destinados al consumo humano, viene de lejos, cuando el Ayuntamiento de Ciutadella se escandalizaba por los elevados costes, hasta el punto que buscó una alternativa para mandar parte de estos restos fuera de la Isla. ¿No sería conveniente recuperar los planes de un matadero insular en condiciones?

El buen trabajo de investigación de los periodistas de «Es Diari», especialmente de Javi Gilabert, ha permitido descubrir estas irregularidades. Hay que llegar hasta el final, para explicar la historia completa, no solo por el derecho de los lectores a conocerla, sino porque ha de impulsar la toma de decisiones para mejorar un modelo con demasiados fallos.