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De cuando en cuando es bueno mirar hacia atrás y preguntarnos si vamos progresando. Así, por ejemplo, podemos preguntarnos quien es el primer escritor o escritora del que conocemos su nombre. La respuesta en ese momento es Enheduanna, una mujer, poeta, sacerdotisa en Ur, e hija de Sargon rey de Akkad. Para encontrarla nos hemos de remontar al siglo 23 antes de la era común.

Es curioso que el primer autor del que conocemos su nombre sea una mujer y que su nombre perdurara y fuera respetado durante siglos en Mesopotamia, donde sus poemas fueron copiados en tablillas y su nombre mantenido. Contrasta con lo que pasaba hace poco más de cien años en Europa en que algunas mujeres escritoras usaban seudónimos masculinos para que sus libros no fueran rechazados.

Cuando Sargon tomó control de Sumer y lo unió a su reino de Akkad, nombró a Enheduanna suprema sacerdotisa en el templo de Nanna, el dios lunar, en Ur. Ella estuvo allí varios años, pero al intentar tomar el control del imperio su hermano Naram-Sin hubo la llamada gran rebelión en que Akkad perdió temporalmente el dominio de Ur. Entonces, Enheduanna fue violada y expulsada del templo, según ella misma cuenta en sus poemas, y estuvo vagando por los montes hasta que Naram-Sin reconquistó Sumer. Entonces ella volvió al templo de Ur.

Enheduanna compiló unos 40 poemas que ensalzaban la figura de su padre. No parece que ella fuera la autora de esos poemas, pero sí tiene otros tres que casi seguro ella escribió. Era una mujer muy inteligente y creativa. Intentó desarrollar una nueva versión de la religión que unificara las religiones de Sumer y Akkad y así tener mayor armonía entre las dos sociedades. En sus poemas, como «la exaltación de Inanna», identifica la diosa Inanna, la diosa de la fecundidad y la principal de Ur en aquel momento, con Ishtar, la diosa guerrera y principal diosa de Akkad. Vale la pena el leer los tres poemas de los que ella es autora.

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Enheduanna ha tenido la suerte de no ser conocida hasta el siglo pasado ya que si hubiera sido conocida antes en la era común seguro que se hubiera encontrado razones para denigrarla. Esto es lo que le pasó a Sappho, muy respetada y admirada como poeta en la antigua Grecia, pero denigrada en nuestra era por sus poemas hablando de amor con otra mujer. Por eso se la despreció por suponer que era homosexual y se usó el nombre de su ciudad de origen, Lesbos, para caracterizar su atribuida tendencia sexual. Si sus poemas reflejaban una tendencia sexual, lo que no está claro, lo más probable es que ella fuera bisexual, cosa común en aquella época en Grecia, como lo fue Alejandro el Magno, pero a quien no se le ha insultado por ello como a Sappho.

No digamos ya el caso de Hypatia de Alejandría, filósofa y científica, que fue atacada por una turba de cristianos en el año 415 de nuestra era, desnudada, apedreada hasta matarla, troceado su cuerpo y esparcido por las calles de la ciudad. Después y durante muchos siglos muchas mujeres fueron asesinadas bajo la acusación de brujería. Ser mujer inteligente y demostrarlo era altamente peligroso en esos tiempos.

Aunque eso son casos puntuales y por tanto no se pueden sacar conclusiones, parece que en los siglos anteriores a la era común no había ataques a las mujeres que demostraban su inteligencia, pero claro muy pocas tenían la oportunidad de hacerlo. Después vinieron unos siglos en que eso no se permitía. Ahora parece que volvemos a un estado en que eso no pasa, pero aún tenemos mucho por superar

Hay un ejemplo indicativo sobre la situación actual. Hasta hace unos pocos meses, en el Ateneo de Madrid de los 187 cuadros de intelectuales ilustres solo había dos mujeres. Ahora esto se intenta remediar y se ha montado un programa para identificar a mujeres que merezcan estar allí e incorporar sus retratos.

Es interesante mirar atrás, aun podemos aprender muchas cosas de los sumerios y acadios.