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Un porcentaje alto de las personas que cobran entre 900 y 1.200 euros al mes se consideran clase media, obviamente ante estas cifras la clase alta se parte de risa, porque saben que nos han metido un gol por toda la escuadra y nos hemos comido su discurso crudito y sin masticar. Les va muy guay, porque mientras los mileuristas se crean clase media nadie se va a preocupar, por ejemplo, de que los ejecutivos del IBEX 35 cobre 60 veces más que sus empleados. Si los bommers nos comimos que el Jes Extender alargaba el pene, los millennials que Steve Jobs era un visionario, por eso se dejan el sueldo en cada nuevo juguete que lleve el dibujito de la manzana mordida, y los de la generación Z que el trap es música, como no nos vamos a zampar sin pestañear que el mercado se regula solo, que vivimos en una meritocracia, y que si no llegas a vivir con dignidad es porque eres un perdedor y no porque el sistema sea una mierda. Han entrado como el cuchillo en la mantequilla queridos lectores, y no van a parar hasta que no quede absolutamente nada en el plato.

Hemos alimentado a la bestia, la hemos dejado crecer, nos creímos aquello de que funcionaba el ascensor social, lo de plutocracias nos sonaba a palabra de rata de biblioteca, los socialdemócratas abrazaron con tal fuerza al capitalismo que era imposible distinguirlos de los liberales más cañeros, las llamadas izquierdas seguían repartiéndose hostias entre ellas para no perder la costumbre y algunas vivían acomplejadas por la gran cagada que convirtió a los países del este de Europa en unas dictaduras burocráticas tan chungas como las de los dictadores que buscaban purezas de raza y esa bazofias; de hecho, el ridículo genocida de estrecho bigote que asesinó a millones de personas en cámaras de gas, admiraba al ridículo genocida de ancho bigote que asesinó a millones de personas en campos de Siberia.

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Y para que no se les escapara el partido, compraron al llamado cuarto poder, y así la prensa libre y honesta se fue al carajo, compraron y/o desprestigiamos a los sindicatos para que los curritos y las curritas se queden sin diques de contención, enmarañaron el sistema educativo con reformas que solo buscan formar productores y desterrar el pensamiento crítico, soltaron paridas populistas disfrazadas de patriotismo para marear la perdiz mientras hacían más ricos a los ricos y mucho mas pobres a los pobres, y vualá, les quedó un mundo precioso, utópico, lleno de unicornios y arcoíris. Vale, que es un mundo sin árboles y sin igualdad de derechos y oportunidades para todos los seres humanos, pero quien se fija en esos nimios detalles si en breve empezará un mundial de fútbol en un escenario de lujo, total los cadáveres estarán tapados por un impoluto césped, y además Netflix acaba de estrenar su última y reivindicativa serie. Igualmente, si no te gusta cómo va este rollo, pones un dislike en las redes y cambias el mundo, ¡yupi!

Muchos miran la reciente victoria del fascismo en Italia y se desesperan, pero si giramos un poquito la vista veremos que la extrema derecha patria ha empezado a pelearse entre ella por ver quién se queda más trozos del pastel, se autoacusan de no ser democráticos y de tener grupos neonazis dentro, ¡chorprecha!; y si giramos aun más la vista veremos a las valientes mujeres de Irán jugándose la vida para pedir algo tan básico como libertad y respeto, ellas son el referente, ellas son el claro entre las nubes. Mucho lúpulo y feliz jueves.