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En mi particular libreta de anotaciones sobre lo que considero puede hacernos desaparecer de este planeta y que otras causas pueden salvarnos, debo decir que la destrucción ocupa el primer puesto y eso que intento engañarme a mi mismo haciendo trampas intentando colar alguna noticia positiva, pero el sistema no me deja y se me rechaza por imposible unas veces y otras por fuera de lugar. En ese macabro protagonismo por quien va a ser o que va a ser el que nos mande al cuerno de una vez por todas, tenemos al señor Putin y por otro lado la posible respuesta de Occidente a la amenaza nuclear y seguido muy de cerca por el cambio climático con el que la naturaleza nos advierte y amenaza a causa de nuestro total desinterés por hacer las cosas mejor.

Pero ahora se ha añadido un nuevo factor que aunque de momento parece está pensado para defender a nuestro planeta del impacto de los asteroides, según como se maneje también podría ser utilizado como arma de consecuencias imprevisibles. Los botones para ser accionadas están en manos de políticos cuyo único sueño es ser el más fuerte del planeta y por consiguiente el más dominante. Todo eso me ha llevado a pensar si vale la pena preocuparse por la carestía de la vida, si seguir compitiendo por ser el mejor, por las enfermedades que padecemos o por cualquier otra cosa sí, en un abrir y cerrar de ojos, todo puede pasar a ser historia. Estamos en el centro de una diana que no hemos elegido y ante multitud de tiradores dispuestos a practicar su macabra puntería.