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«Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo en el presente»

Lao Tzu

Son las ocho horas de un domingo de hermosísimas luces vívidas. Esas que te inclinan hacia el optimismo. El mismo que se te diluye tras ver un aterrador documental sobre el –llamémosle- sistema sanitario estadounidense… Sabías que en ese país, en ese    icono onírico de la perfección en el que nunca has creído, su sanidad es mixta, aunque con dos sangrantes puntualizaciones que, diariamente, y por omisión, matan a infinidad de norteamericanos (todos ellos en los umbrales de la pobreza absoluta o metidos de lleno ya en ella, of course!) A saber:

A.- El predominio de lo privado sobre lo público y…

B.- La total falta de cobertura universal de la salud.

En roman paladino: si careces de recursos y enfermas, la espichas. ¿Homicidio?

El reportaje ahonda en la herida y te explica como, dentro del sector particular, los médicos son recompensados económicamente si ordenan escasas pruebas médicas o penalizados e incluso despedidos si su actitud es la opuesta.

¿Dinero/puesto de trabajo o conciencia? Esa es la disyuntiva para muchos doctores en el «sueño» americano. El documental ejemplariza lo dicho con algunos casos sangrantes, como el de una mujer y madre de dos hijos que murió a causa de una leucemia por no haber querido su médico de cabecera practicarle una serie de pruebas clínicas en su debido momento. Así, lo que se diagnosticó como un mero bulto seborreico, se mostró, ocho meses después, como un cáncer con metástasis…

- No te gustaría estar en la piel de ese doctor -te comentas-

- Probablemente se consolaría con uno de esos gratificantes estipendios…

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Y, como contrapartida y por comparación, despierta entonces en ti el orgullo por tu país y por su sanidad, ejemplar y ejemplarizante, en la esperanza de que, jamás, algún alelado metido a ministro la toque y destroce… Como te has sentido y te sientes complacido por el hecho de que los españoles sean enormemente generosos a la hora de donar órganos, etc… Por no hablar de vuestra Transición, tan vituperada hoy, pero tan difícil ayer (¡resulta muy fácil dar lecciones tras los burladeros!) o de vuestra enorme creatividad o de vuestra diversidad cultural o de vuestra riqueza lingüística…

- ¿Recuerdas?

- Sí. Te lo dijo M. Connery, una economista, norteamericana de nacimiento y fornellera de adopción…

- Te dijo que…

- Que no entendía por qué los españoles os valorabais tan poco; por qué erais capaces de conseguir grandes cosas y fallar, luego, en las pequeñas, en lo cotidiano…

Crees, sinceramente, que Mary tenía razón y que, probablemente, deberíais quereros más, entre otras, por lo que habéis sido capaces de lograr en ciertas ocasiones. Y entender, paralelamente, y por poner solo unos ejemplos, que la discrepancia ideológica no tiene por qué traducirse en odio; que mejor transmitir reconciliación que rencor; que los pactos de estado son -aunque no os lo creáis- posibles; que hay que cerrar el pasado de una puñetera vez; que lo que cuenta ya no sois vosotros, sino vuestros hijos y nietos y que unos y otros tienen derecho a un presente que augure un futuro en paz; que la Educación, la Tercera Edad y las dependencias han de ser prioritarias en cualquier estado que se precie; que se puede apoyar políticamente al adversario cuando éste acierte en algo; que…

- ¿Tan difícil resulta de entender? -te inquieres-.

Y recuerdas entonces a Pasionaria y a Alberti bajando los peldaños del Congreso en 1977… Ese día pensaste -iluso- que una Guerra perdida por ambos lados y que todo había acabado definitivamente y que una nueva España en paz emergía, finalmente reconciliada… Pero al igual que la paloma del propio Alberti, te equivocaste…

- ¡Ojalá pudierais hacer con vuestra convivencia lo mismo que con vuestra Sanidad! - casi concluyes-.

- Algunos hombres y mujeres, de distintas ideologías y credos,    lo supieron hacer. La pregunta, por tanto, es: ¿por qué no vosotros, hoy?