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El pasado jueves estuve unas horas en Palma. Por motivos profesionales. La imposibilidad de poder mandar unas muestras urgentes por avión para que lleguen al cliente al día siguiente hace que ahora algunos industriales tengamos que transformarnos en recaderos y llevárselas en persona. Es aquello de si Mahoma no va a la montaña... Un trajín, una incomodidad y un escándalo que tanto el Consell Insular como el Govern mallorquín no solucionen la prohibición de poder mandar piezas opacas por avión.

Salimos al mediodía, con retraso y con Regional Air Nostrum, después de esperar media hora dentro del avión. La amabilidad y el garbo de las azafatas dulcificaron la espera. Los aeropuertos baleares aún están llenos de viajeros. Comparo el de Mahón y el de Palma y no sé por qué pero recuerdo los muelles de Barcelona de los años sesenta cuando el barco que iba a Ibiza se llenaba de hippies, de tías buenas con minis, de ligones, etc. mientras en el de Menorca solo embarcaban curas, viajantes, soldados, bisuteros, etc. Actualmente la cosa se ha nivelado pero aún hay diferencias. El avión a Palma es en buena medida una cabina política y una sala de espera hospitalaria. Políticos y enfermos copan sus asientos junto a gestores y ejecutivos de las compañías hoteleras mallorquinas desembarcadas en nuestra isla.

Mis vecinos del avión son una pareja con una niña rubia monísima. Él es español y ella holandesa. Intuyo que viven en Palma. Cada uno de ellos habla a su hija en sus respectivos idiomas. Pienso que esta niña se enfrentará a la vida con ventaja al saber cuatro idiomas: español, holandés, inglés y el ‘barceloní’, ese invasor y usurpador del mallorquín de siempre cuya enseñanza se prohíbe en los colegios tutelados por la política balear.

Como solo tengo una misión a cumplir y dispongo de tiempo hasta las 6 de la tarde decido coger el autobús y bajarme donde el Corte Inglés de las Avenidas, que es el punto más cercano a mi destino. Después, cumplida mi obligación profesional, dispongo de tres horas. Decido ir a tomar unas tapas al Tast. El local está abarrotado, como todo el centro de Palma. De hecho esto parece una colonia alemana aunque también se escucha mucho inglés, escocés, norteamericano (¡lo que hace un vuelo directo Palma-Nueva York!)… no oigo demasiado francés pero intuyo que eso se reserva ya definitivamente para Menorca. Y todo el centro de Palma habla español. Es el fracaso de la imposición subvencionada: apenas escucho algo de mallorquín pero nada de ‘barceloní’.

Confirmo que Bauzá fue el mejor presidente que ha tenido Balears, culturalmente hablando. Al menos intentó aplicar un beneficioso trilingüismo en los colegios para adaptar la enseñanza local a la realidad global. El dinero nacional-catalanista y sus terminales tanto mediáticas como políticas revestidas de culturetas, todas ellas absolutamente untadas, lo impidió al financiar una terrorífica campaña de descrédito y desprestigio que acabó con su buen hacer. El mayor caso de engaño político que han sufrido nuestras islas. Algún día aquel ‘happening’ de fanáticos remunerados será estudiado como un hermoso ejemplo de manipulación mediática.  Ganó la pequeñez y el localismo mal entendido.

Dentro del Tast hay un ajetreo insoportable, se palpa el estrés. Demasiado bullicio pero aún así me tomo una tapa y una caña de tostada. Después ya no aguanto tanto guirigay, pago y me piro. ¿Y dónde acabo de comer? Pienso. En el Bosch no porque veré un espectáculo obsceno: la mezcla de quien se come un ‘coc con sobrassada’ maridado con un café con leche. No me apetece presenciar ese atentado a la estética gastronómica. Mejor cruzo la calle y entro en La Bodeguita al comienzo de la calle San Jaime. Otro mundo. Paz, silencio y nivel. Y una comida excelente. Un solo plato y una copa de Terras Gauda. De postre un Oremus de Tokaji. Local muy recomendable.

Me queda una hora antes de partir para el aeropuerto. ¿Qué hago? Paseo por el Born y entro en la calle Sant Feliu. Me gusta la tienda Rialto Living (donde antes estuvo el cine). Sigo hasta la calle Montenegro donde se ubicaba el siempre recordado Centro de la Guitarra. Situado en el primer piso era un local decorado barrocamente donde guitarristas como Millán y Bibiloni versionaban canciones country, pop y propias. ¡Qué hermoso lugar! ¡Qué lejos quedan ya los años 70’s! Todo pasa menos el recuerdo.

De vuelta al aeropuerto me topo con el hijo de Tomeu Gili. Com està ton pare? Me dice que está bien aunque tiene días mejores que otros. Le doy recuerdos. Siempre me cayó bien. No era del montón. Finalmente coincido dentro del avión con una amiga directora de una sucursal bancaria en Mahón que transforma un vuelo normalmente aburrido en uno muy ameno. Y así pasé esas horas en Palma.

2 Notas:

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(iniciativaxmahon@gmail.com)

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