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3-IX-22, viernes

Síndrome de abstinencia, no me funciona internet y me quedo sin la droga diaria del repaso a los periódicos del día. Por fortuna, acuden los servicios técnicos de Movistar y me solucionan la avería en un plis plas, cambiándonos eso que llaman router y dándome todo tipo de explicaciones que no entiendo ni necesito entender. Hago como que domino todo esto del wi-fi, las contraseñas (que extravío reiteradamente), las arrobas y hasta los metaversos y vuelvo a mi ocupación favorita: buscar artículos que me aporten algo y que me hagan cambiar de opinión si me convencen.

Tampoco me importan las redes sociales, pero confieso que a veces pregunto por ellas cuando algún tema pueda rozarme. Escribe Byung-Chul Han, mi filósofo de cabecera en su último librito «Capitalismo y pulsión de muerte» ( Edit. Herder) que «en lugar de confesiones de antaño, sonsacadas mediante tortura, aparece hoy día la exposición voluntaria de la esfera privada y el desvelamiento digital del alma. El smartphone sustituye a la sala de tortura». En otro momento afirma que «el big data anuncia el fin del libre albedrío». Casi nada.

6-X-22, jueves

Hoy es el día en que cumpliré uno de mis sueños recurrentes: subir al escenario del Teatro Principal y contemplar desde allí al paisanaje. Me siento honrado por el premio de Onda Cero y emocionado ante el cumplimiento de una vieja ilusión.

Bueno, pues toda una vida deseando comprobar cómo se ve la sociedad menorquina desde el escenario del Teatro Principal y resulta que solo veo una mancha negra a causa de los focos. Oigo las carcajadas y me vengo arriba contando anécdotas y sobrepasando el tiempo pautado por los excelentes conductores de la gala, Iván Martín y Elka Dimitrova, ágiles e ingeniosos. Un fosquet divertido en el que me sobreviene un cariñoso recuerdo para Diana Font, con quien, a lo largo de los años, he compartido muy buenos momentos de radio en diferentes programas, precisamente en Onda Cero.

8-X-22, sábado

Ojito con las tradiciones. Naturalmente que tenemos que respetarlas, pero no todas. Son buenas aquellas que nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos, cuáles son nuestros rituales imprescindibles como sociedad, las celebraciones que marcan el ritmo del tiempo, las fiestas, las despedidas. Pero no lo son tanto aquellas que implican sufrimiento animal inconmensurable como el alanceamiento de toros, o la precipitación de cabras desde los campanarios, o los correbous

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Tampoco se puede llamar «tradición» lo ocurrido en un colegio mayor de Madrid en que unos energúmenos seguramente pasados de copas la emprenden a insultos incalificables con las internas de un colegio femenino situado enfrente. Preocupa la reacción de algunas chicas que alegan lo mismo, «Bah, no es más que una tradición, no me siento ofendida». Y preocupa también que  los hechos se hayan producido en un colegio de élite, cuna de futuros dirigentes de la sociedad. ¿Adónde vamos?.

10-X-22, lunes

El asunto de los asuntos se pone cada día más serio y preocupante. Al atentado del puente de Crimea los rusos responden con bombardeos indiscriminados sobre diversas ciudades de Ucrania, con otra terrible secuela de muertos. La escalada es patente mientras el general invierno se acerca implacablemente con toda su carga de penurias energéticas que nos amenaza a todos. ¿Tan poco hemos aprendido los humanos a través de la historia?   

12-X-22, miércoles

Día de la Hispanidad siempre es un término más aceptable que aquel horror franquista del «Día de la Raza». Leo las declaraciones del conferenciante invitado por el Ayuntamiento de Alaior y parece no albergar duda alguna sobre el señero papel de España en la conquista de América. Niega absolutamente el genocidio que esgrime la izquierda radical, y reivindica la intervención española como la «mayor gesta de la humanidad»…

No va por ahí el catedrático de Historia del Pensamiento Político de la Universidad Complutense José Álvarez Junco, quien en su último libro «Qué hacer con un pasado sucio» (Galaxia Gutemberg, mayo 2022) recoge el pensar general sobre los españoles de entonces: «Un pueblo que combinaba grandes cualidades bélicas con un desmedido orgullo nobiliario y un fervor religioso que llevaba a un cruel fanatismo… Además de su rey Felipe II, los personajes que encarnaban el prototipo eran el soldado de los tercios de Flandes, el avaricioso y genocida conquistador de Indias, el noble engreído e inútil y, quizás más que ninguno, el temible inquisidor.»

Y es que la batalla cultural navega a todo trapo.

13-X-22, jueves

Me llama la atención en «Es Diari» de hoy un titular, nada menos que a cinco columnas. «Pedro Sánchez, abucheado por llegar tarde al desfile de la Fiesta Nacional» ¿Por llegar 50 segundos tarde?, really? ¿Acaso no es «tradición» el abucheo a los presidentes socialistas?