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No sé si se habrán fijado ustedes, pero a medida que vas poniendo años los obstáculos se te van apareciendo con más facilidad. A ver si nos entendemos, no es por ponernos años que de eso pasaríamos.    Yo jamás he tenido intención de ponérmelos, se te ponen y has de bregar con ellos, que se le va a hacer.

El tropezar cada vez más con los obstáculos yo creo que se debe a que no los valoramos en su momento, no tomamos las medidas oportunas, jugábamos con ellos como si fueran sonajeros en cuna de bebé, los alimentamos, fueron haciéndose mayores, formaban parte de nuestras vidas, nos los llevábamos de excursión y hasta nos comimos más de una hamburguesa mano a mano pringándonos la moral de kétchup y mostaza que es como decir hasta los codos o hasta la mismísima    alma, pero el día que nos dimos cuenta que nos superaban, que se nos cruzaban entre las piernas hasta hacernos dar de bruces contra el duro cemento de la realidad, solo entonces comprendimos aquello del porque el hombre es el animal que siempre tropieza con la misma piedra. Y a partir de entonces fuimos entrando en el complicado laberinto donde buscar salidas iba siendo un reto casi imposible. Unas veces luchábamos en batallas que sabíamos casi perdidas, otras veces nos dejábamos llevar por la derrota y de vez en cuando, solo de vez en cuando, alzábamos la mano como queriendo anunciar que seguíamos vivos y con enormes ganas de comenzar de nuevo