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Hola de nuevo queridos lectores, aquí estamos un jueves más, deseando con sinceridad que ustedes se encuentren lo mejor posible teniendo en cuenta que, según dicen todos los especialistas de la «Losnegas University», todos los prestigiosos analistas del centro de negocios «Terobare School» y por supuesto todos los gurús de las miles de religiones que prometen vidas mejores en otras dimensiones como la iglesia de «La octava reencarnación del mesías empanadilla y los canelones celestiales», el apocalipsis no es que esté cerca, es que ya está encima de nuestras cabezas, sólo nos queda arrepentirnos, o ponernos el escudo encima de la testa, como hacían los habitantes de la aldea de Asterix y Obelix.

Creo que estarán conmigo en que resulta muy, pero que muy complicado balancearse en su justa medida entre la intensidad y la frivolidad, cuando la verdad es que ambas se necesitan. Si estamos siempre intensos acabamos viviendo en una terapia continua rascando emociones y soltando frases profundas a unos niveles que desgastarían la paciencia del santo Job, vamos, sería un ladrillo insoportable. Pero al mismo tiempo, si nos bañamos continuamente en la frivolidad, sin una mínima reflexión, pues acabaremos tontos perdidos, o siendo telespectadores de Telecirco, o defendiendo las crueles ideas neoliberales como si fuéramos la reencarnación de la mismísima Thatcher, o lo que es aún peor, levantando el brazo en alto muy estirado y con la palma de la mano abierta para enseñarle al mundo entero que ya somos gilipollas al cubo y no tenemos remedio ni tomando hectolitros del bálsamo de fierabrás, el mismito que usaba Don Quijote para curar cualquier mal.

Parece ser que la carrera, el grado para ser menos boomer, de Filosofía está en auge, han aumentado un 33 por ciento las matriculaciones en los últimos años. Parece que estudiar a Sócrates, Kant, Nietzsche, Hannah Arendt o María Zambrano está de moda. Supongo que muchos jóvenes hartos del precio de la vivienda, de los mierda jobs con sueldos que no dan ni para hacer la compra, hartosde que los bombardeen con el rollo de que tienen que ser emprendedores, creativos, dinámicos y todas esas zarandajas, hartos también de individualismos y activismos de postureo en las redes sociales, hartos de que les pongan etiquetas idiotas para venderles cosas, hartos de los alienantes algoritmos de Netflix o Amazon Prime, han decidido echarle un vistazo a los grandes pensadores y pensadoras para ver si se aclaran un poquito en medio de semejante lodazal.

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Bien que usen la Filosofía como consuelo, o que el estudio de la misma les dé herramientas de pensamiento crítico para que se cuestionen las cosas y no se coman sin masticar el pensamiento único, bien que sean aristotélicos y entiendan la filosofía como saber, bien que busquen vivir sin dioses y tengan un alma punki y nietzscheana, bien que apliquen su propio método de duda cartesiano, bien que piensen y que se pregunten cosas, aunque no obtengan respuestas, la Filosofía les mantendrá alejados de la mitomanía, del caudillismo, de los gurús del capitalismo y la autoayuda, así que ole por ellos y por ellas.

Ya ven, aún hay trazas de esperanza entre tanta desazón, jóvenes que quieren saber, adultos que saborean el lúpulo como se debe hacer, mayores que trasmiten el coraje y la experiencia de toda su vida, hay personas que merecen la pena allá donde mires, lo que pasa es que los desquiciados hacen mucho ruido. Lúpulo y feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com