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Quienes lo trataron más de cerca recuerdan que manejaba la distancia corta como pocos cuando avanzaba por los pasillos de las consellerias y las sedes institucionales en Palma.

Antonio Pons Timoner, longevo alcalde de Alaior, tanto en los estertores del franquismo como en democracia, ya que lo fue durante tres mandatos consecutivos entre 1983 y 1995, tenía una singular habilidad para aproximarse a quienes habitaban los mejores despachos de la política balear, donde se decidían repartos e inversiones.  Cierto que entonces no había tanto filtro con asesores, jefes de protocolo, de prensa y otras especies, pero no todos tenían la determinación de aquel alcalde.

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Pons Timoner abría y cerraba puertas para trasladar, casi exigir, las peticiones «innegociables» que precisaba su pueblo. Con esa naturalidad que le caracterizaba, casi siempre conseguía su propósito. Era un hombre peculiar, pero fue un alcalde efectivo para Alaior que contribuyó al auge del pueblo, exponente de su carácter emprendedor en aquellos años. Con defectos, claro, pero también con muchas virtudes.

El alcalde de Maó, Héctor Pons, responde a otro perfil muy distinto al de Pons Timoner, pero no menos eficiente en muchos casos. Posee una buena formación, tiene don de gentes, es accesible, critica sin ofender y también sabe abrir despachos y negociar necesidades importantes para su ciudad. Lo ha hecho recientemente en el Ministerio de Agenda Urbana para que el solar de la calle Vassallo se destine a construir pisos sociales sin perder los aparcamientos actuales.

Es esa una excelente noticia para el municipio que no debería verse tamizada con los destinatarios de las futuras viviendas públicas. Hay 559 residentes menorquines en lista de espera en el Ibavi para obtener un alquiler asequible y ellos deben ser los prioritarios. El problema del alojamiento para los funcionarios destinados a la Isla ha de tener otra solución antes que restar opciones a los de aquí.