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En estos momentos, el gol está de máxima actualidad. El estado de ánimo colectivo puede oscilar entre la euforia y la decepción o la rabia en cuestión de segundos. Y, al fin y al cabo, ¿qué es un gol?, preguntarán los que no han oído hablar nunca de fútbol. Pues, en inglés, «goal» significa meta, objetivo. Y el objetivo que persiguen dos equipos diferentes y adversarios es meter el balón en la portería contraria. Unos atacando, otros defendiendo (y viceversa); sujetos a unas mismas normas que hace cumplir el árbitro. Antes se le criticaba desde el bar y ahora se le ayuda desde el VAR.

Cuando defendemos algo que consideramos valioso, nos enfrentamos a quienes lo atacan y buscan ganarnos el partido. Hay paralelismos, similitudes, expresiones que nos pueden servir para entender esos enfrentamientos de máxima rivalidad. Aunque no se puede generalizar. No es lo mismo hacer falta que hacer falta. En el primer caso, es una conducta sancionable. En el segundo caso, se trata de añorar a alguien con quien tenemos un vínculo de dependencia o atracción mutua.

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Todo el mundo habla de fútbol y se cree muy entendido. En la vida cotidiana, que también tiene algo de deporte, nos gusta competir y algunos están más preparados que otros.

Podemos ver cómo algunos políticos se meten un gol en propia puerta y cómo aquellos que atacan el marco constitucional, que es la garantía de nuestras libertades, nos han vuelto a meter un gol por la escuadra.